Análisis | Nuevo revés en la Unión Europea
La crisis de Chipre vista desde Rusia
La crisis desatada en Chipre está afectando a las relaciones ruso-europeas porque en Moscú se calcula que los oligarcas rusos perderán en torno a los 2.000 millones de euros depositados en ese paraíso fiscal. Rusia busca ya otros aliados para el futuro inmediato.
Pablo GONZALEZ periodista
La posible pérdida de al menos dos mil millones de euros pertenecientes a personas y empresas rusas ha suscitado numerosas reacciones en este país. La valoración negativa se entrelaza con las diferentes previsiones de lo que esto puede suponer para la economía rusa y las relaciones con los europeos.
«Injusticia, irresponsabilidad o robo» son algunos de los términos que han sonado en Rusia sobre las medidas que se han adoptado en Chipre respecto al dinero ahí depositado. Las posibles pérdidas para los ciudadanos y empresas rusas se calculan en un mínimo de dos mil millones de euros. Las consecuencias de las medidas europeas a medio y largo plazo pueden suponer una salida paulatina del capital financiero ruso de los bancos de la Unión Europea, y, sobre todo, una aceleración en la búsqueda de socios comerciales más fiables.
El presidente ruso Vladimir Putin calificó de irresponsable y peligroso el impuesto con el que se pretende grabar a los depósitos bancarios, sin embargo no parece que se vayan a adoptar medidas para intentar encontrar otra solución. Hasta ahora el único movimiento ruso ha sido el encargo de Putin al Gobierno de suavizar las condiciones del crédito que Rusia concedió a Chipre en 2011, 2,.500 millones de euros al 4,5% anual para un período de cuatro años y medio. Ese es el único dinero del Estado ruso presente en la isla, el resto es capital privado que se encuentra ahí en búsqueda de una menor carga fiscal que la que tendría en los bancos en suelo ruso.
Por ello, el primer ministro ruso Dmitri Medvedev ha utilizado la frase acuñada por Lenin «robar lo robado», para referirse a la situación. Y es que el Gobierno ruso lleva tiempo intentando parar la salida del capital desde el país hacia paraísos fiscales. La mayoría del dinero ruso en Chipre se encuentra en depósitos de más de cien mil euros, y no es ningún secreto que ese capital pertenece mayoritariamente a oligarcas rusos, tanto en cuentas personales como de empresa. Tras años de infructuosa lucha contra esa fuga de capital, las autoridades rusas ven una buena oportunidad para convencer a sus ciudadanos más pudientes de dejar su dinero en Rusia.
Así el viceprimer ministro ruso Igor Shuvalov ha declarado que «lo que está pasando es una buena señal para aquellos que están listos para traspasar sus capitales a la jurisdicción rusa, a los bancos rusos».
En una línea parecida, aunque más emocional, se han expresado también otros políticos rusos. Así el líder del partido liberal demócrata ruso Vladimir Zhirinovski lo ha calificado de agresión al país, y ha llamado a sus compatriotas a traer el dinero de vuelta a Rusia.
En un canal de la televisión estatal rusa incluso se ha llegado a comparar la situación del dinero ruso en Chipre con la confiscación financiera que sufrieron los judíos en la Alemania nazi. Y es que la comparación con Alemania no es casual. El hasta ahora mejor amigo de Moscú dentro de la UE, se ha mostrado tajante en la cuestión chipriota, lo que ha sorprendido negativamente en Rusia.
Rusia es el tercer socio económico de la UE, tras EEUU y China, con un volumen de negocio de más de 300.000 millones de euros durante el año pasado. Sin embargo Moscú cada vez presta más atención a la búsqueda de nuevos socios comerciales. Lo ocurrido en Chipre y la posibilidad expresada por el presidente del Eurogrupo el holandés Jeroen Dijsselbloem de que la vía chipriota puede ser usada en otros países, acatada por los mandatarios europeos, pone de relieve la necesidad rusa de disminuir su dependencia de la UE, y, para ello, ya se están dando pasos hacia ese nuevo escenario.
Una clara muestra de ello fue que la reciente reunión de la Comisión Europea y el ejecutivo ruso -21 y 22 de marzo- coincidió en tiempo con la visita del nuevo presidente chino Xi Jinping a Rusia. Solo una semana tras su elección, el dirigente chino ha visitado Moscú, dejando claro con ello la importancia del desarrollo de las relaciones chino-rusas. Así mismo, ambos países participaron en la reunión del BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- que se ha celebra en Durban ayer y antes de ayer, donde se decidió la creación de un banco de desarrollo entre los cinco países.
La más que posible confiscación de dinero ruso, aunque sea de capital privado, se interpreta por la sociedad rusa como un acto agresivo.
El ruso de a pie no tiene dinero en Chipre y en parte se alegra de que el capital evadido sea finalmente «castigado», pero el hecho de que sean los rusos, aunque sean oligarcas, los más perjudicados es visto como una discriminación.
La UE pierde parte de la imagen de confianza que se había ganado en Rusia a lo largo de los últimos veinte años y le hace el juego a la retórica antioccidental del Kremlin.
Nadie duda de que las relaciones ruso-europeas seguirán siendo intensas. Los lazos económicos seguirán desarrollándose y los turistas rusos seguirán descansando en Europa, pero cada vez serán más los ciudadanos y empresas rusas los que busquen alternativas más fiables para guardar su capital.