CRíTICA contemporánea
Silbidos para una obra magnífica
Mikel CHAMIZO
Una de las citas más destacadas entre las celebraciones del 70 aniversario de Félix Ibarrondo tuvo lugar el martes en Madrid. La ORCAM (Orquesta de la Comunidad de Madrid) y el cuarteto de saxofones Sigma Project estrenaron una de sus últimas creaciones sinfónicas, “Izarbil”, surgida de la familiaridad del oñatiarra con los músicos del cuarteto, que han mostrado un gran interés por su mundo sonoro desde la fundación del grupo hace cinco años. «Del sonido espléndido, compacto –potencia y dulzura– del conjunto de saxofones, surgió la idea de contrastarlo al sonido de la tradicional orquesta sinfónica», explica Ibarrondo. La obra, de alrededor de 18 minutos, es probablemente una de sus obras maestras. Sigue manteniendo la desbordante intensidad que es característica de toda su producción y especialmente de su música sinfónica, pero con “Izarbil” Ibarrondo introduce también momentos pausados y pasajes de escritura casi tradicional que, lejos de debilitar la impresión general, consiguen dosificar con maestría la tensión de la pieza para que no resulte tan excesiva y sobrecogedora como en otras creaciones del vasco. La escritura del cuarteto de saxofones, brillante y repleta de referencias para aquel que las quisiera buscar –diría que había algún giro jazzístico si no supiera de antemano que es muy poco probable en Ibarrondo–, se combinaba y expandía en la orquesta sinfónica con un magisterio técnico admirable y una inacabable gama de recursos expresivos e instrumentales.
A pesar de que “Izarbil” evidencia en todas sus costuras la pluma de un grandísimo compositor, su presentación en Madrid no estuvo exenta de polémica. Gestos de asombro desde el primer minuto, risas, incluso protestas entre el público cuando aún estaba en marcha la interpretación, fueron seguidas de silbidos y la negativa de gran parte del auditorio a aplaudir la obra. Hay que señalar también que algunos pocos avocionaron apasionadamente la partitura. En un contexto general en que la música contemporánea produce cierta indiferencia cuando se incluye en en las programaciones de abono de las orquestas, una reacción tan visceral supone algo así como un triunfo.