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Raimundo Fitero

A dieta

Vale, muy bien, las dietas son supersticiones canalizadas por las empresas farmacéuticas y los sistemas médicos privados en campañas contradictorias para crear otro tipo de sumisión ciudadana. Vivimos en la más absoluta contradicción televisiva. Por un lado anuncios de productos para bajar el colesterol de manera milagrosa, para ayudar en el tránsito intestinal y, por el otro, programas de cocina que por mucho que quieran colocarse en un lugar intermedio, por lógica, nos incitan a comer. Bien, mal o regular. Así que en una sesión televisiva puedes encontrarte con un médico que recomienda una cosa, unos anuncios que recomiendan soluciones mágicas y por en medio a docenas de cocineros con recetas que pueden provocar un colapso multiorgánico.

Me inspira la aparición del lehendakari Urkullu en su sesión de masaje en ETB 2, donde apareció más delgado, es decir que cumple con las dietas que le han puesto sus equipos de nutricionistas. Esta figura magra, casi hierática, se corresponde de manera sincrónica, con su acción de gobierno también sumida en dietas de carácter económico e ideológico. Lo único que aumenta en el diagnóstico analítico es su afán por decir medias verdades sobre presupuestos, recortes, asuntos sociales, culturales y políticos. O sea, que no se convence ni a sí mismo. Se enreda mezclando datos y deseos. Hay que solidarizarse con los que están a dieta. No funciona igual el sistema metabólico y se recuerda que las neuronas responden a estos impulsos químicos.

Sucedió que inmediatamente me encontré en mis canales preferidos con uno de esos programas salvajes en los que unos seres humanos compiten por comerse la hamburguesa más grande, más cargada de aditamentos, lo que hoy en día diríamos que es un acto subversivo porque se trata de lo más censurado por todos los nuevos brujos de la alimentación sana. Comen hasta reventar. Se les cae la carne con mostaza por la comisura de los labios, beben cerveza, eructan, y se les ve sanos. No sé cómo explicarlo, se les ve relucientes, contentos, y a su alrededor otros seres humanos les jalean, comen igual de desinhibidos, pero no tan rápido. ¿Se nota que he escrito este artículo antes de comer?

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