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Análisis | futuro de la américa bolivariana

La larga sombra del comandante Chávez

La reciente muerte de Hugo Chávez ha conmocionado a Venezuela y a América Latina. Tras su desaparición física, los interrogantes parecen centrarse en la estabilidad del proceso revolucionario bolivariano, y en cómo será una Latinoamérica sin Chávez. Las reacciones internacionales y la marea humana presente en las exequias fúnebres de Hugo Chávez, dan la medida exacta de la trascendencia de su intenso accionar político durante los catorce años en los que gobernó Venezuela.

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José Miguel ARRUGAETA Historiador

En apenas una década y media América Latina ha pasado de ser un subcontinente agotado y expoliado por doctrinas y gobiernos netamente neoliberales, firmemente apoyados por EEUU, la UE y los organismos financieros internacionales, a constituirse en una zona de esperanza e innovación, donde el crecimiento macroeconómico viene de la mano de profundas transformaciones sociales, políticas democráticas de inclusión y el control de sus recursos nacionales. Sin embargo, este viraje, ejercicio mayúsculo de soberanía e independencia aún en construcción, no ha sido fruto de la casualidad sino del protagonismo de un conjunto de nuevos líderes, y de un tejido de movimientos sociopolíticos emergentes desde la izquierda.

Para nadie es un secreto que en este panorama la activa figura del comandante Hugo Chávez ha sido pieza esencial en lo que se refiere a la transformación de la sociedad venezolana y, por extensión, su protagonismo en los procesos de integración y solidaridad regional ha sido fundamental con su papel en la creación y desarrollo de nuevas alianzas como el ALBA, Petrocaribe, el fortalecimiento de la Unasur y el Mercosur, o la más reciente constitución de la CELAC (Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe).

¿Transición o continuidad democrática? Venezuela es la pieza mayor y más estratégica en este juego de ajedrez geopolítico entre el tradicional hegemonismo norteamericano y un polo de naciones reformistas y revolucionarias que ejercen con plenitud su independencia y sus relaciones internacionales.

Algunos gobiernos, como los de EEUU, Canadá o el Estado español, y la multiderrotada oposición venezolana coinciden, no por casualidad, en reiterar la idea de que la muerte de Chávez «es un buen momento para una transición». Este mensaje se ve amplificado y reiterado por los grandes monopolios mediáticos internacionales, que dominan buena parte del flujo informativo. ¿Transición hacia dónde?, sería la pregunta pertinente, dado que Venezuela es un país plenamente democrático, con una Constitución aprobada y aceptada por una mayoría de la población. Los pasos siguientes a la desaparición física del presidente están claramente establecidos en la ley, y ya están en marcha. El 14 de abril el pueblo de Venezuela decidirá libremente quién será su nuevo presidente. Este es, además, el camino respaldado expresamente por casi todos los gobiernos latinoamericanos y caribeños, blindando de hecho la continuidad del proceso democrático y de solidaridad mutua más allá de sus diferencias y matices políticos.

Chavismo sin Chávez. La realidad es que los adversarios, y enemigos irreconciliables del comandante Chávez parecen haberse percatado frente a las imágenes del duelo fúnebre que la Revolución Bolivariana tiende a trascender la figura de un solo hombre y cuenta hoy en día con un poderoso, incontestable y organizado arraigo social que está, además, bien arropado por los gobiernos de la región. La sombra alargada del comandante Chávez, al que estas fuerzas siempre tildaron con menosprecio de «caudillo», está a punto de jugarles una mala pasada.

La campaña electoral ha arrancado. Hugo Chávez, en su mensaje-testamento, dejó clara su voluntad y quién era su sucesor, el actual presidente en ejercicio, y ya candidato, Nicolás Maduro. El equipo de dirección político y militar que lo acompaña es el mismo que rodeó a Chávez en sus últimos años, hombres y mujeres de probada valía. El programa de Gobierno ya está escrito, es el mismo que le llevó a su última y amplia victoria electoral en vida. La derecha oligárquica venezolana, y sus poderosos aliados externos parecen estar avocados a la «crónica de una derrota anunciada», de incalculables dimensiones y consecuencias.

La oposición venezolana muestra claros signos de frustración y resentimiento, acompañados de mensajes que se pueden interpretar como llamadas a empañar el proceso electoral con violencia e incidentes, que le permitan o bien retirarse o cuestionar su legitimidad y transparencia. Sin embargo, incluso estas peligrosas variables parecen insuficientes para torcer la más que previsible victoria chavista. La Revolución Bolivariana de Venezuela está destinada a sucederse a sí misma por los mismos medios democráticos que la llevaron al poder.

La construcción de la Patria Grande. Si el mantenimiento y profundización de los cambios estructurales, misiones sociales y políticas económicas se pueden identificar como la traducción en clave interna de las últimas palabras del fallecido presidente cuando afirmaba «hoy tenemos Patria», su referencia a la otra dimensión de su legado la hizo completando el concepto al añadir que también tenían «Patria Grande».

Una alusión directa al proceso de unidad e integración regional que él mismo impulsó, con especial vitalidad y protagonismo. Y en este ámbito es donde se sitúa la segunda gran interrogante ante la desaparición física de Chávez. Un reto, por otro lado, también compartido con otros gobiernos revolucionarios y progresistas de la región.

Sin duda, los sucesores de Chávez serán continuadores de lo hecho hasta ahora por el comandante venezolano en este proyecto de unidad regional; lo que queda por ver es si seguirán manteniendo también las dos características que le imprimió el desaparecido dignatario: un pronunciado e incansable activismo, que muchas veces fue transgresor, y si en esa dinámica seguirán practicando la «generosidad» económica y financiera, en forma de cooperación y solidaridad y lo que ha hecho posible, en gran medida, que el proceso de integración haya conseguido romper las fronteras tradicionales de las cumbres de mandatarios y sus declaraciones formales para traducirse en numerosos proyectos concretos con hondas repercusiones sociales, económicas y de interrelación real entre pueblos.

Por el momento, las declaraciones de Maduro, apuntan en positivo ya que ha reiterado con firmeza los compromisos de la Revolución Bolivariana, y el mantenimiento del liderazgo de Venezuela en este campo.

Hasta siempre, comandante. La larga sombra del comandante Chávez parece destinada a seguir presente en el escenario venezolano y latinoamericano. Su legado marca el presente y tiende a convertirse en referencia obligada, actualizando aquel famoso «hasta siempre, comandante», con que el cantante cubano Carlos Puebla despedía al Ché. Pero a diferencia de aquellos tiempos tristes en que la región vivía momentos poco esperanzadores, hoy, por el contrario, los caminos del futuro aparecen bien abiertos.

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