La familia de Xabier López Peña pudo por fin ver ayer su cuerpo en el Instituto de Medicina Legal de París, según confirmó a GARA su abogada, Yolanda Molina, desde la capital francesa. Tuvieron que hacerlo a través de un cristal, ya que las autoridades francesas no permiten el contacto físico con el cadáver hasta que se tramite toda la documentación necesaria y se autorice su repatriación.

Molina estimaba que aún serán necesarios varios días, al menos cuatro o cinco, para que las autoridades francesas concluyan todo el proceso y entreguen el cuerpo de López Peña a su familia y se permita su traslado a Euskal Herria.

Los allegados de López Peña vivieron ayer, por tanto, un nuevo capítulo de lo que calificaron como «trato inhumano» durante la comparecencia que tuvo lugar el lunes en Baiona.

En declaraciones a Info 7 Irratia, Maribi Ugarteburu, portavoz de Sortu que viajó a París para mostrar su apoyo a la familia de López Peña, confirmó lo duros que están siendo estos días. La hermana y una cuñada de López Peña han permanecido en París durante los últimos días, y ayer acudieron a la capital francesa el resto de la familia, incluida la madre del preso fallecido, de 84 años.

«Todo ha sido muy duro. No solo la muerte, sino cómo se ha producido. El trato que han recibido y la falta de información que han sufrido... ha sido terrible», comentó Ugarteburu.

La dirección de la prisión de Fleury-Mérogis no comunicó a ningún familiar que López Peña fue trasladado el 11 de marzo al Hospital de Corbeil-Esonnes para que le practicaran lo que se preveía que fuera una prueba rutinaria para determinar si la dolencia cardiaca que le fue diagnosticada en 2009 debía ser tratada con un stent o era precisa una operación para practicar un bypass.

Fueron los compañeros de módulo de López Peña quienes, durante una visita, alertaron de que el preso no se encontraba en la cárcel de Fleury-Mérogis y que desconocían cuál era su paradero.

Molina explicó que a partir de ese momento comenzó una frenética actividad a través del teléfono, el fax y el correo electrónico para tratar de localizar a López Peña. Sin embargo, todos sus intentos fueron infructuosos y se topó con un muro de silencia.

Así, hasta el 18 de marzo, una semana después, la familia no pudo saber que había sido ingresado en el Hospital de Pitié-Salpêtrière, uno de los recintos sanitarios más grandes de Europa. Pese a que conocían que se encontraba allí, no pudieron tener datos sobre su estado, ya que la dirección del complejo hospitalario les comunicó que no podía facilitarles información porque era algo que correspondía a la Prefectura de París.

Oscurantismo

Pese a presentarse en la Prefectura, no lograron tener dato alguno sobre el estado de López Peña, por lo que regresaron al centro sanitario y lo recorrieron «piso tras piso, habitación tras habitación». Finalmente, una enfermera les informó sobre su ubicación, pero tampoco permitieron a la familia ver al preso ingresado. Solo la abogada pudo entrar a su habitación. «Le vi mal, muy mal», señaló Molina.

La estancia del preso político en Pitié-Salpêtrière es uno de los puntos oscuros que ha denunciado la familia, que no entiende cómo, tras sufrir una hemorragia cerebral, se le ingresó en el área penitenciaria del centro y no en la zona de cuidados intensivos como correspondería a una lesión de esa gravedad, según subrayaron la letrada Molina e Itsaso Idoiaga, doctora de la asociación Jaiki Hadi.

Tras conseguir el permiso para realizar un visita en el área penitenciaria de Pitié-Salpêtrière el pasado sábado, los familiares de López Peña recibieron la noticia de que había fallecido trece horas antes. Entonces no les dejaron ver el cuerpo. Ayer sí, pero a través de un cristal.