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Tasio Erkizia Militante de la izquierda abertzale

Frente a los desahucios, autodefensa

El «escrache» o «aztoratze», un tipo de manifestación pacífica en la que un grupo de activistas se dirige al domicilio o lugar de trabajo de alguien a quien se quiere denunciar, como nuevo fenómeno social que ha emergido frente al drama de los desahucios, es analizado por el autor, que saluda y muestra simpatía ante estas nuevas iniciativas. Aborda el debate de la violencia, la criminalización de la «autodefensa del pueblo sencillo» y la preocupación del sistema por estas nuevas expresiones de rebelión popular, y concluye animando a seguir por esa vía.

Un nuevo fenómeno social ha emergido del drama de los centenares de «desahucios». Se han organizado las víctimas de ese terrible azote social que se llama la «dictadura de la Banca» y se lanzan en una bien tejida coordinación para responder, con métodos efectivos, en «autodefensa de la justicia social». Han elegido métodos directos de acudir a los propios domicilios de los políticos para informarles de manera directa del daño irreparable que están ocasionando a miles de ciudadanas y ciudadanos. La angustia de tantos miles de familias y el convencimiento de defender algo radicalmente justo, les ha llevado a utilizar métodos de persuasión directa.

Anteriormente, tienen un largo recorrido de resistencia. Han realizado centenares y miles de concentraciones y protestas para evitar la mayoría de los 500.000 desahucios realizados por la avaricia de una banca insaciable. Han hablado con la sencillez de los trabajadores vejados y humillados; han protestado; han gritado ante una injusticia manifiesta y palpable; han acompañado a los féretros de varios ciudadanos y ciudadanas que exhaustos ante la extrema violencia ejercida contra el derecho a disponer de una vivienda digna se han «suicidado»; han recogido un millón y medio de firmas para que se cambie la legislación que los tribunales europeos han tildado de trasnochada, injusta e ilegal.

La Banca ha seguido su camino sin inmutarse, poco les ha importado las muertes inducidas por tan cruel y violenta actitud. La mayoría de los políticos han seguido su pauta, obedientes al dictado de los ricos. Se han reído del sufrimiento de la ciudadanía y están dispuestos a burlarse también de los tribunales europeos. Ellos defienden descaradamente los intereses de la gran Banca y actúan sumisamente. Los jueces, salvo honrosas excepciones, aplican la legislación que defiende a los fuertes, a los adinerados. Saben que están siendo injustos pero se apoyan en la «ley española» y ante la desesperación que crean, miran a otro lado como si no fuera con ellos.

La insensible trituradora avanza sin parar llevándose consigo a miles de familias a la más absoluta de las desesperaciones. Mientras escuchan que les ampara el derecho a una vivienda digna, la dura realidad les aboca a perder su vivienda que tanto les ha costado obligandoles a pedir asilo en casa de sus padres, hermanos o simplemente a deambular por las calles de su ciudad pidiendo ayuda a las distintas instituciones. Ante tanta violencia, hemos sido testigos de la más absoluta pasividad y «olvido» en los medios de comunicación. Silencio cómplice e insensibilidad en los medios políticos.

Pero cuando la cruel violencia ha sido respondida últimamente por una actitud de «autodefensa por la justicia social», es entonces cuando se han disparado las voces de alarma en los defensores del sistema imperante. Cuando varios diputados del PP y algunos ministros han sido increpados en la calle o a la puerta de su propio domicilio, es cuando surge la reacción de las «élites acomodadas». Saltan las alarmas en las tertulias políticas y en los programas televisivos. A todos les parece bien las protestas, pero mientras no molesten a las acomodadas señorías. Levantan la voz y se indignan contra el populacho cuando les ha puesto en ridículo delante de todo el mundo. No es soportable la rebelión de las víctimas. Pueden protestar, ¡cómo no!, pero les está prohibido rebelarse. Todos hablan de poner límites a las protestas, de cortar por lo sano con medidas represivas ejemplares la rebelión de los explotados. Sin embargo, a nadie parece preocupar en exceso cómo se puede atajar la violencia diariamente ejercida que arrastra a tanta víctima al paro, los desahucios y la pobreza galopante.

La denuncias más repetidas son: «es lícita la protesta, pero dentro de unos límites, porque no se puede utilizar la violencia». Y por otra parte, «en casa de los diputados había niños y mujeres inocentes». Muy curiosas argumentaciones. Cuando los juzgados envían a docenas de policías armados hasta los dientes a expulsar a toda una familia, ¿no se encuentran con niñas, niños y mujeres inocentes? Y es más: ¿Acaso no es radicalmente diferente la situación de quien se ve increpado, por muy desagradable que sea, a quien se ve violentamente desalojado de su vivienda?Si es violencia sacarles los colores en público a los políticos, ¿cómo se debía denominar la imposición que ejerce la Banca al expulsar de sus viviendas a miles de familias ?

El debate de qué se entiende por violencia y quién la puede ejercer viene de antiguo. Nunca se tilda de violencia las imposiciones y abusos de la banca o de las multinacionales, mientras que se juzga como violencia un piquete informativo de una huelga o una ocupación de unas oficinas de su empresa. Los despidos masivos no se consideran un acto de violencia, mientras que tener encerrado al dueño de una empresa durante media hora al objeto de que acceda a negociar con los obreros, es una violencia inadmisible. Es la falacia de una sociedad fundamentada en la mentira y la usura.

Esa doble vara de medir la violencia no es nada nuevo en la historia, siempre han actuado de la misma manera los políticos y los medios de comunicación sumisos al sistema capitalista. Silencio y justificación de las injusticias cometidas por los ricos, criminalización de toda forma de «autodefensa» del pueblo sencillo. De todas maneras, la reacción observada en las últimas semanas refleja la preocupación del sistema por las expresiones de rebelión popular. Sin duda son muy conscientes de que «se están pasando» con los recortes sociales. Son conscientes de que en amplios sectores de la población produce indignación y rabia que los derechos laborales y sociales logrados por la clase trabajadora tras muchas luchas y sufrimiento sean gravemente recortados en beneficio de los más ricos. Saben que las escandalosas cotas de paro, recortes en las ayudas sociales y la generalización de la miseria en importantes sectores de la población es caldo de cultivo para la protesta sociopolítica. Y quieren acallar esas voces. «Desviar» hacia el fútbol o machacar policialmente. Sumisión o cárcel es la alternativa que nos quieren ofrecer.

Pero nosotros tenemos otra alternativa, la alternativa de otro modelo de sociedad. Y para ello es fundamental no amedrentarnos, organizarnos y seguir en la lucha. No creer en las mentiras de los poderosos y los medios a su servicio. Las formas organizadas de «autodefensa por la justicia social» nos han marcado el camino. Sin violencia pero utilizando formas de presión directas y eficaces. Nuestro saludo y simpatía hacia todos los que lucháis por el derecho a un vivienda digna y contra la «dictadura de la Banca». Esa lucha no solamente es lícita, sino imprescindible para el futuro de una sociedad más solidaria y justa. Ánimo compañeras y compañeros, estamos con vosotros.

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