Raimundo Fitero
Elemental
En Antena 3 se puede ver una serie de muy buena factura formal, con unas tramas muy complejas y unos personajes que necesitan de un bagaje previo para entenderlos en su máxima extensión. Se llama «Elementary» y el personaje central es un detective inglés de apellido Holmes, que después de una serie de vicisitudes personales acabó siendo un politoxicómano, ahora en plena rehabilitación con la ayuda de una médica de apellido Watson, es decir, hay que echarle mucho hilo a la cometa para entender estas relaciones, las aptitudes de Holmes para seguir pistas y resolver enigmas y asesinatos, su dependencia, y sus reacciones, en ocasiones fuera de toda normativa políticamente correcta.
Las dos entregas presenciadas me dejaron buen sabor de meninges, existe un culto a la inteligencia, todo es un canto al método deductivo, se enfrenta con los sistemas de la policía de Nueva York a la que asesora, y parece que empieza a vislumbrarse una suerte de pulsión sexual con la doctora Watson. O sea, quien quiera que busque y compare con la versión original de Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyley. No hay pipa, no hay lupa, son tipos de hoy y los modelos de teléfonos portátiles son muy actuales.
Me imagino que este neurótico personaje, si mirase un segundo cualquier informativo televisivo, descubriría rápidamente que lo del señor que fuma puros y su manía con el plasma es un tic que oculta toda la realidad que le va viniendo por todos los puntos cardinales y corrobora que el PP se parece mucho a un cártel, una banda organizada para desvencijar las arcas del estado. Las fotos con narcos es nada comparado con lo de los consejeros de Sanidad de la Comunidad de Madrid, que privatizaron hospitales y servicios médicos para beneficio propio. Elemental, no era para ahorrar, era, y es, para robar mejor.
Como se preguntaba el gran filósofo y analista político El Roto, si la medicina privada se paga con dineros públicos ¿por qué no la gestiona directamente el estado? Porque han creado una trama para repartirse los dineros. Algo imposible de camuflar tras el plasma. Y la esposa de Iñaki Urdangarin tiene que declarar como imputada ante un juez.