El presidente del Banco Central Europeo, Mario Dragui, ha reconocido finalmente que la propuesta de gravar todos los depósitos «no fue muy inteligente» para añadir de manera autoexculpatoria que «se corrigió en el plazo de un día». Pero, como dice el refrán, a buenas horas, mangas verdes. Su propuesta ha sentado ya un precedente y el amago de ejercicio de lo que los economistas llaman «represión financiera» indiscriminada constituye un aviso claro a todos los ahorradores: vuestro dinero no está seguro. En estos tiempos donde la única certeza es que nada es cierto, la perspectiva para los ahorradores es siniestra, tanto como la trampa en la que pueden ser atrapados. Solo los grandes depositantes pueden poner su dinero en las manos de administradores de fondos, que pueden diseminar el riesgo y encontrar santuarios invirtiendo en diferentes continentes y tipos de activos. Pero poca, muy poca gente saldrá de esta crisis incrementando, o al menos manteniendo sus depósitos, mientras que la gran mayoría será significativamente más pobre.

Draghi admite ahora el error, cuando el mensaje y el modelo ya circulan viralmente en la mentalidad de la gente como aviso a navegantes. La confianza ha sido erosionada y nada inspira confianza en el futuro. Y si han apuntado a los ahorros, ¿por qué no a las casas o apartamentos?