Raimundo Fitero
Sus límites
Cuando un político que declara que gana legalmente, vamos a poner, setenta mil euros anuales, puede comprarse una segunda residencia en Marbella por cerca de un millón de euros, a uno no le salen las cuentas y tiene todo el derecho del mundo a sospechar. Es el caso de un siniestro personaje que se llama Ignacio González y que ahora es presidente heredero de la Comunidad de Madrid. Pues este señor, el que está privatizando el sistema sanitario para enriquecer a sus amiguetes, se ha despachado con unas declaraciones que dejan bien a las claras su pensamiento antidemocrático. Dice que habría que «poner límites a la prensa».
Su manifiesto a favor de la censura lo realizó tras la publicación de las fotos del presidente electo de Galicia, Alberto Núñez Feijóo junto a un conocido y juzgado narco-traficante, cuando solamente era para la oficialidad, un reconocido y aplaudido contrabandista de tabaco y benefactor de un partido político llegado desde la oscuridad del franquismo a la niebla de post-franquismo en el pico de una gaviota. Pide límites porque esa foto puede arruinar la vida política de un sospechoso. Y le voy a dar la razón, el «difama que algo queda» es una práctica nefasta, pero en este caso la oportunidad de esta foto parece más que relevante.
Lo importante son los límites. En una democracia representativa y formal, los límites están en el código civil y el código penal. Nada más. Ponerle otros límites es censura, cercenar la libertad de expresión, limitar el derecho de información. Lo cierto es que existen censuras económicas, intoxicaciones, alineamientos y otras miserias que han corrompido el ejercicio del periodismo, que han liquidado la ética y la deontología profesional, que han llevado a que los medios de comunicación sufran un descrédito casi igual que la clase política, pero al menos en la teoría, no existen más límites que los que imponen las leyes generales, a los periodistas o a los taxistas.
Está claro que incluso este periodismo de baja intensidad les molesta a los crápulas que desgobiernan. En sus teles y medios afines vemos cono alaban ciegamente al que ostenta el poder sin reparar en mentiras y manipulaciones sin límites.