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«Los intérpretes de música antigua tenemos una tipología curiosa»

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Maite Larburu

Violinista y cantante

Maite Larburu es una violinista de Hernani que partió hace diez años rumbo a Holanda en busca de nuevos horizontes musicales. Tras haberse especializado en música antigua y colaborar habitualmente con algunas de las mejores orquestas de Europa, ha vuelto a Hernani para grabar su primera incursión en el mundo del pop.

Mikel CHAMIZO | HERNANI

Maite Larburu llegó a Amsterdam hace 10 años, tras finalizar sus estudios en Donostia y no encontrar su sitio en la vida musical de Euskal Herria. Se fue con el violín bajo el brazo y una beca que le permitió ingresar en el conservatorio de la ciudad, uno de los centros más importantes de Europa en la interpretación de música antigua. «Intuía que en el norte de Europa habría más opciones de tocar con gente y ver cosas diferentes, así que me fui a Amsterdam a estudiar el violín moderno -recuerda la hernaniarra-. Pero estando allí, y como la música antigua era tan importante, hice un máster especializándome en violín barroco e interpretación de músicas de los siglos XVII y XVIII. Y desde entonces mi trayectoria profesional ha ido por ahí». Ha trabajado con los mejores grupos especializados de la zona del Benelux, como la Amsterdam Baroque Orchestra de Tom Koopman, la Holland Baroque Society o la Anima Eterna de Bélgica. Pero en hace unas semanas la encontramos en un pequeño estudio de grabación de Hernani, trabajando en algo completamente distinto a la música antigua. Un disco de pop.

Y es que los intérpretes historicistas siempre han destacado por la vastedad de sus inquietudes. A diferencia de la mayoría de los instrumentistas clásicos tradicionales, que raramente salen de sus partituras, es bastante habitual ver a un músico antiguo tocando jazz, folk o música experimental. «La de la gente que decide vivir como nosotros, en rollo freelance, es una tipología curiosa -opina Larburu-. Los intérpretes de música antigua tienen tendencia a profundizar y conocer muy bien la armonía, necesitas informarte mucho para poder imaginar cómo sonaba en su época la música de los siglos XVII y XVIII. Todo eso está relacionado con la idea de que, antiguamente, el músico no era como el clásico de hoy en día, que simplemente coge la partitirua y la reproduce. En el XVII y XVIII, el músico era un artesano que también componía su propia música, y los compositores a su vez tocaban e improvisaban. Quizá venga de ahí el que en el mundo de la música antigua se hagan tantas cosas diferentes, más que en el terreno de la clásica. Yo, al menos, encontré la libertad en la música antigua».

Además del violín, la otra gran pasión de Larburu es el canto, un arte que comenzó a estudiar en el conservatorio pero que finalmente decidió desarrollar a su manera. «Estuve en el departamento de jazz de Amsterdam un tiempo -explica la violinista-, aunque luego lo dejé porque no me apetecía pasar otra vez por el academicismo de un conservatorio. Como músico clásico no te queda otra, tienes que hacerlo. Pero no tenía ganas de que me volvieran a decir `tienes que conseguir un sonido así, cantar de esta manera...'». Aún y todo, ella siguió cantando y hace un par de años, durante una gira por Japón, se le presentó la ocasión de formar un grupo con Josh Cheatham, un norteamericano que tocaba la viola da gamba y el contrabajo en el mismo grupo de música antigua que ella. «Yo tenía escritos un par de temas y él comenzó a arreglarlos. Al final fuimos reuniendo una docena de canciones y dimos varios conciertos en Amsterdam, así que nos decididos a formar el grupo». El dúo se llama Neighbour, por un motivo muy sencillo: «Nos llamamos Neighbour porque Josh y yo somos vecinos». Y han venido a Ereñozu a grabar su primer CD, por una razón igualmente natural: «Hay varios temas en euskara y aquí puedo hablar en mi lengua con el técnico de sonido. Eso me hace sentir muy cómoda».

Influencias

Las canciones de Larburu cuentan muchas historias, pero hay temáticas que se repiten: «Vivir fuera de mi tierra, la añoranza, el amor y los pequeños milagros de cada día. Cada tema es una historia diferente». También son muy diferentes musicalmente. «Hay muchas influencias en ellas, desde la música india al jazz y al pop», cuenta su autora. Laura Mintegi conoce algunas de esas canciones, pues el dúo actuó durante la presentación de la traducción al neerlandés de su novela «Sisifo maite minez» por la editorial Xirimiri, en Amsterdam. La gran aceptación del público en aquella ocasión es lo que les animó definitivamente a tomarse el grupo en serio.

El CD, que se han producido ellos mismos -se vinieron desde Holanda con un coche lleno de instrumentos- parece que ha llamado la atención de una importante discográfica vasca y en estos momentos están «retocando detalles, haciendo el trabajo de edición y añadiendo cosas que se nos van ocurriendo». A la espera de saber si tendrá éxito o no, el disco abre un nuevo horizonte de posibilidades para esta «músico antiguo-free-lancero-nómada», como ella misma se define.

Si su incursión en el pop fuera bien, quizá debería plantearse el dejar a un lado la música antigua. «No sé lo que pasaría -se sincera Larburu-. Una de las aptitudes que uno desarrolla cuando vive como yo, un día aquí, mañana en París y pasado en Pekin, es que te tienes que adapatar al medio constantemente. Hace diez años jamás pensé que me dedicaría a la música antigua, y hace tres tampoco que escribíría temas propios. Vivo sin planes, me voy adaptando».

 
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