Cinco meses ha necesitado Iñigo Urkullu para cambiarle el encabezado al programa electoral del PNV y presentarlo como programa de gobierno. Porque eso es exactamente lo que ayer presentó el lehendakari y aprobó su Gabinete como hoja de ruta para los próximos años, la oferta que la formación jeltzale hizo en los comicios autonómicos, apenas aderezada en algunos aspectos. Por supuesto, lo sorpresivo sería que un político que gobierna con el único apoyo de su partido anunciara que va a hacer lo contrario a lo prometido en campaña, pero el mandatario autonómico no podrá evitar que muchos de sus conciudadanos se pregunten si hacía falta tanto tiempo para presentar algo que lleva meses redactado.

Era de esperar que desde que el 12 de noviembre anunció su intención de gobernar en solitario, Urkullu hubiera tenido ocasión de concretar un calendario legislativo y de fijar algunos compromisos que fueran más allá de las lógicas generalidades de un programa electoral, donde prima contentar al mayor espectro social posible y habitualmente -también en este caso- ni siquiera se conoce si se va a gobernar y en qué condiciones. Sin embargo, el inquilino de Ajuria Enea parece empeñado en dar la razón a quienes le achacan cierta pereza y escasa iniciativa al frente del Ejecutivo.

De hecho, lejos de concretar, el político de Alonsotegi, en uno de los escasos cambios que ha hecho en la literalidad de su programa, ha eliminado la referencia temporal -2015- que acompañaba a la propuesta de someter a consulta el Nuevo Estatus Político para Euskadi, que debe salir de la ponencia parlamentaria constituida a tal efecto. Del mismo modo, llama la atención que lo que antes debía someterse a «refrendo popular» ahora pase a ser objeto de «contraste», y ya que el significado que la RAE otorga a ambos verbos es diferente, no estaría de más conocer los motivos del cambio y sus implicaciones. Que las tendrá, porque en cinco meses es casi lo único novedoso en el plan de Urkullu.