Lágrimas para Chávez y votos para Maduro en el Cuartel de la Montańa
Los restos de Hugo Chávez descansan por el momento en el Cuartel de la Montaña, ubicado en el barrio del 23 de enero y bastión de su asonada militar de 1992. Diariamente, cientos de personas procedentes de diferentes puntos de Venezuela acuden para dar un último adiós al líder bolivariano. En plena campaña, aprovechan para redoblar su promesa de seguir con la revolución.
Alberto PRADILLA
Hay Chávez para rato. Ahora nos da más rabia y estamos dispuestos a darlo todo para que Nicolás Maduro sea presidente». Angélica Pérez, una mujer madura originaria del barrio de Catia, en Caracas, intenta evitar las lágrimas frente a la pequeña capilla erigida a «Santo Hugo Chávez del 23 de Enero». Se trata de un pequeño cobertizo con imágenes religiosas y fotografías del líder bolivariano, apenas unos metros antes del acceso al Cuartel de la Montaña. Este emblemático edificio se ha convertido en el mausoleo que acoge sus restos y lugar de peregrinaje para miles de personas que acuden diariamente para ofrecer un último adiós. A menos de una semana de la cita con las urnas, las despedidas a Chávez también se convierten en promesas de votos para Nicolás Maduro. Como señala José Velázquez, miembro del sindicato de trabajadores de Puerto de Ordaz, «él es la garantía para continuar el proyecto revolucionario». Velázquez, junto a otros tres compañeros, había viajado más de doce horas en el coche para participar en un acto de apoyo a Maduro y rendir un homenaje a quien transformó para siempre el país.
La elección del cuartel como mausoleo temporal está cargada de simbolismo. Se ubica en un alto del 23 de Enero, barrio popular y bastión chavista. Desde allí se divisan tanto los característicos bloques como los pequeños ranchos, desparramados a lo largo del cerro. También, Miraflores, el palacio presidencial. «Así, Chávez puede vigilar qué hacen los actuales gobernantes», afirma el coronel Roberto Castro, uno de los militares que acompañan a los visitantes. No se puede olvidar que este es el centro de operaciones desde el que el líder bolivariano lanzó la asonada del 4 de febrero de 1992, conocida como «operación Ezequiel Zamora».
Ha pasado más de un mes desde el fallecimiento del líder bolivariano. Después del traslado desde el hospital militar Carlos Ossorio, en San Martín hasta el cuartel de la montaña, las largas colas se sucedieron. Ahora las aglomeraciones han menguado, aunque los desfiles son permanentes desde primera hora de la mañana. Visitan el acceso al mausoleo, el cañón desde el que se lanza una salva diaria a las 16.25 (momento en el que se certificó la muerte de Chávez) y diversas salas con imágenes sobre su trayectoria. «Cambió mi vida. Ahora soy miliciana de las Fuerzas Armadas, algo que no logré durante la IV República. Además, me gradúo en la Misión Rivas (estudios de bachiller) y espero que la revolución continúe, porque pretendo comenzar Derecho», afirma Nelly Sojo, que reconoce haber tenido que esperar hasta ayer para «coger fuerzas» y presentarse en el cuartel. Ha venido con una mujer mayor, una familiar, que ni siquiera es capaz de pronunciar una palabra. Solo llora.
Santiguarse o levantar el puño
La figura de Chávez fue inmensa y su recuerdo pesa en un país en luto. Por eso, tanto los accesos al cuartel como la salida se convierten en una emotiva conversación sobre el presidente que cada uno conoció y sobre los logros sociales. En medio, la breve despedida. Santiguarse o levantar el puño constituyen los dos homenajes más comunes en la estancia donde se guarda la tumba de mármol, custodiada por cuatro miembros de la Guardia de Honor. En la pared, imágenes del líder fallecido y de Simón Bolívar, el libertador. Apenas unos segundos y llega otro grupo. Los que entran, en silencio. Los que salen, lanzando consignas.
«Nos sacó de la pobreza, nos quitó el miedo y nos hizo hablar», afirma Nicolás Mora, también llegado desde Puerto Ordaz. En su opinión, el cuerpo de Chávez debería de trasladarse hasta el Panteón Nacional, donde reposan los restos de Bolívar. Para eso sería necesario una modificación constitucional, ya que la actual marca que tienen que pasar 25 años. Muchos venezolanos abogan por cambiar el texto. En el 23, otros quieren que no se mueva.
Descartada la opción del embalsamiento, no hay datos exactos. Entre elegías, Fernando Ortiz, trabajador de PDVSA, recuerda que «Bolívar murió traicionado y fuera de su país. No le ocurrió a Chávez».