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Guzmán Ruiz Garro Analista económico

¿A quién rinde cuentas Kutxabank?

Al hilo de la Asamblea General que BBK celebra esta tarde, en cuyo orden del día no hay referencia alguna a Kutxabank, el autor hace una reflexión qué es y qué no será nunca esta entidad, y plantea la necesidad de mantener la apuesta por una banca pública y ética.

Hoy jueves, 11 de abril de 2013, se va a celebrar la Asamblea General Ordinaria de BBK. En el orden del día hay doce puntos y en ninguno de ellos se hace ni la mínima mención a Kutxabank. Si consideramos que el capital social del Banco asciende a dos mil millones de euros (2.000.000.000), representado por dos millones (2.000.000) de acciones nominativas de mil (1.000) euros de valor nominal cada una de ellas, y que BBK tiene el 57% de la propiedad, no se entiende que en el máximo órgano de representación de la caja vizcaina se obvie la gestión de Kutxabank.

Y aunque sea la Junta General ordinaria del Banco quien deba aprobar la gestión social, las cuentas del ejercicio anterior y resolver sobre la aplicación del resultado, según se indica en el artículo 16 del texto refundido de los estatutos sociales de Kutxabank S.A., donde se hace referencia a las clases de sesiones, no justifica, en modo alguno, que se ignore a la BBK. Este mismo procedimiento se implanta también en Kutxa y Vital. Huelga decir que las Asambleas y demás órganos de representación de las cajas, máxime cuando son las propietarias del 100% de las acciones, por lo menos hasta la fecha, deberían tener un plus en la capacidad de decisión sobre la Junta del Banco creado por BBK, Kutxa y Vital. Lejos de esta teoría sobre la legitimidad de las cajas se sitúa la realidad: la comisión de control, de acuerdo con lo previsto en la Disposición Transitoria Tercera de la Ley 11/2012, se extinguió como órgano de control de BBK, y el Consejo de Administración, vaciado de contenidos, va languideciendo.

Este es el papel destinado para las cajas de ahorros, guión escrito y anticipado en esta misma sección desde hace bastante tiempo, gracias a la buena disposición de GARA. Seguir mirando para otro lado, o perderse en semánticas sobre lo que nos gustaría que fuese Kutxabank, no ayudará gran cosa. Y aunque se ha escrito mucho sobre el papel de las cajas y Kutxabank, en mi humilde opinión, condicionados por el erróneo apoyo al proyecto de la llamada fusión fría, quienes tenían y tienen que clarificar qué tipo de sistema financiero queremos, se han cerrado -sostenella y no enmendalla-, o han reaccionado muy tarde, ante unos hechos inequívocos: Kutxabank, Sociedad Anónima, nunca pretendió ser un banco social, ni siquiera vasco, y sus dirigentes, juntos con los políticos y sindicalistas del establishment, urdieron una estrategia que nos lleva inexorablemente a la total privatización. La batalla no estaba principalmente en el terreno de evitar la exclusión del Consejo de Administración de Kutxabank, el planteamiento de la contienda adoleció de un análisis de mayor calado. Por la sola presencia de Bildu, vía Kutxa, en el Consejo (nunca creo que hubiesen llegado a la Comisión Ejecutiva de Kutxabank), no se le iba a imprimir un sino más social ni popular al banco.

Visto que los derroteros del banco vasco-andaluz van pautados por el Anteproyecto de Ley XX/2013, de cajas de ahorro y fundaciones bancarias, y que en éste se establece que las cajas de ahorros deberán traspasar todo el patrimonio afecto a su actividad financiera a otra entidad de crédito a cambio de acciones de esta última y procederán a su transformación en una fundación bancaria, con pérdida de la autorización para actuar como entidad de crédito; que la influencia institucional (control público) solamente podrá alcanzar el 25%; que será un patronato el máximo órgano de gobierno y representación de las fundaciones bancarias;, y que se ejercerá tutela obligatoria desde el Banco de España, el Ministerio de Economía y Bruselas; los ejes del análisis de nuestro futuro económico-financiero no deben rotar exclusivamente sobre una entidad en la que todo apunta a que no tendrá nada o casi nada que ver con nuestros deseos: un banco público y social.

Y si como parece, ni Kutxabank ni la Laboral, además de no ser un dechado de virtudes (esta última por su comportamiento en el caso de de las aportaciones financieras subordinadas de Fagor y Eroski que han afectado a miles de familias), no tienen recursos disponibles para agradar a la patronal vasca que, como alternativa, pretende utilizar las EPSVs de empleo para financiarse sin que exista garantía creíble, mal andamos.

Y puestos a desmenuzar la actuación bancos y cooperativas de crédito (las cajas de ahorro ya no desarrollan actividad financiera), apuntaré que Kutxabank, con relación a los desahucios y a la Obra Social, no es mi prototipo ideal, pero me parece erróneo dirigir todas las protestas a sus puertas y responsabilizarle exclusivamente. El BBVA, el Santander, el Popular, el Sabadell-Guipuzcoano, Caixabank, no son precisamente un referente de banca ética.

Desgraciadamente, por la acción de unos (PSOE, UPN y PP) y la sumisión de otros (PNV y el desaparecido Hamaikabat), de las cajas vascas y su función, poquito queda: una escasísima aportación de Kutxabank que solamente compromete para este año y el 2014. Reconducir la situación, a estas alturas, parece una misión imposible. Empecinarse en la tarea de convertir a Kutxabank, se tengan o no se tengan puestos en su dirección, en lo que ni es ni será: un banco vasco y público, es un esfuerzo baldío. Los gobernantes de Kutxabank (PNV-PP) no quieren que sea una institución central para el futuro económico y social del País Vasco. Por si sirve de algo mi opinión, el modelo óptimo de entidad financiera no pasa por priorizar el tamaño y crear un macrobanco para ocupar puestos en los consejos de las grandes empresas.

Entendiendo que no podemos situarnos fuera de la realidad económica imperante, se tendría que apostar por el desarrollo tecnológico y empresarial de nuestro territorio y contemplar una orientación ecológica y social. Fomentar proyectos soporte de empresas autoadministradas, inyectar crédito para aupar al primer sector y, sobre todo, a la agricultura biológica, también a la energía alternativa y a la construcción ecológica, algo ineludible.

E l sistema bancocrático pone unas reglas de juego que impide el avance social, el reparto de la riqueza y la reactivación de la economía productiva. Para conseguir una sociedad más justa e igualitaria, es imprescindible un patrón que compatibilice el beneficio social, medioambiental y económico. No debe plantearse la dicotomía de si es más importante la función social o la actividad bancaria, porque las dos se pueden enraizar de una manera inteligente.

La apuesta por la banca pública y ética no es una alternativa trasnochada. Bueno sería que, al menos en nuestros espacios de poder, vayamos pensando y desarrollando qué nos conviene, sin descartar a corto plazo la creación de un «ICO» vasco con el objetivo de sostener y promover las actividades económicas que contribuyan al crecimiento y a la mejora de la distribución de la riqueza y, en especial, de aquellas que por su trascendencia social, cultural, innovadora o ecológica, merezcan ser fomentadas. Y que conste que la definición de las funciones del Instituto de Crédito no son las de un izquierdista desfasado, son las que aparecen en el portal del cliente bancario del Banco de España.

Obispos tiene la santa madre iglesia, y sería muy pretencioso por mi parte pretender que mis pequeñas aportaciones sean relevantes, pero sí invito a reflexionar sobre la utilidad del dinero como un producto en sí mismo que se compra, recompra y se vende y revende a través del mercado electrónico, generando una esfera especulativa que nada tiene que ver con la economía real, pero que acaba influyendo en ésta. Eso tiene que acabar. La banca debe servir y rendir cuentas a la sociedad.

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