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CRíTICA: «Un amor entre dos mundos»

El planeta de arriba es el rico y el de abajo es el pobre

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Mikel INSAUSTI

Gracias a los cineastas que nos facilitan nuestra labor crítica, poniendo las cosas en su sitio con sus películas. «Un amor entre dos mundos», originalmente titulada «Upside Down», es la mejor contestación que se puede dar a las sagas literarias de Stephenie Meyer y sus correspondientes adaptaciones cinematográficas, porque demuestra que la ciencia-ficción romántica todavía es posible como cruce genérico natural y sin contaminar. Por suerte, la película con la que da el salto internacional el realizador argentino Juan Diego Solanas está más cerca en intenciones de «Another Earth» (Otra tierra), la cinta independiente de Mike Cahill que patentaba el futurismo de los sentimientos.

Juan Diego Solanas pasa a engrosar la lista de portentosos creadores que son capaces de inventar nuevos universos, y en la que recientemente también habíamos incluido al Benh Zeitlin de «Bestias del sur salvaje». Son mundos que surgen prácticamente de la nada, porque nunca antes hubo una historia de amor en la pantalla con un escenario tan onírico.

Existen infinidad de variantes del mito romántico de Romeo y Julieta, pero nunca hubiéramos imaginado a los jóvenes amantes separados por las leyes de la gravedad, las cuales han de ser superadas por un amor infinito situado más allá de las barreras físicas.

El originalísimo guión de Solanas y Santiago Amigorena genera todo un complejo contexto social a partir de una idea tan sencilla como la de dos planetas inversos: en el de arriba viven los ricos y en el de abajo están los pobres.

El conflicto surge de la dificultad para romper ese falso equilibrio que permite a los unos explotar los recursos de los otros, sin que dicho orden pueda ser alterado. Es esa misma desigualdad la que sirve de revulsivo a la relación prohibida entre el chico y la chica de esta fábula, a los que sus posiciones invertidas no les impiden desear estar juntos.

El romance clandestino entre Jim Sturgess y Kirsten Dunst contará con un aliado de excepción, interpretado por un Timothy Spall que actúa como la necesaria mente discordante.

 

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