Arantza Eziolaza Galán Hermana de exiliado vasco
Carta a Felix Alberto López de Lacalle Gauna
Querido Alberto: lo primero de todo, desde el fondo de mi corazón, un abrazo enorme y todo mi cariño para acompañarte en estos momentos que supongo estarán siendo duros. Verás, no sé si esta carta debería haber quedado entre tú y yo; la hubiera metido en un sobre y habría escrito en él: Félix Alberto Lopez de Lacalle Gauna, nº 2090QMC. C.P. du Sud Francilien. Le Plessis-Picard/Réau. 77558 Moissy-Cramayel. France.
Algunos estarán pensando «qué dirección más rara», pero por desgracia, la mayoría en Euskal Herria conocemos muy bien la ruta que seguiría esta carta, igual que otras miles de ellas que salen de nuestras casas cada día, con destino a una cárcel en el Estado español, el francés y en algún otro país más o menos alejado de nuestro pueblo.
Pues eso, a lo que iba, que quizás esta carta tendría que haber sido anónima, como esas otras, pero me ha parecido mejor convertirla en estandarte, en pancarta, en panfleto, en irrintzi. En un alto y largo irrintzi que vibre en todos los corazones y se escuche en todos los rincones donde habite un amigo, un compañero, un hermano, un hijo, un padre, una madre... allá donde los barrotes y los muros pretenden aislar los pensamientos, los sentimientos, las opiniones. Y lo haré llegar también a esos otros lugares donde sin rejas ni muros físicos se retiene a las personas que amamos... lejos.
Alberto, quisiera hacer que el latido de estos corazones fuera la voz rota de una gran txalaparta convocando a todos y a todas en casa, para que alrededor de una mesa pudiéramos hablar de Rufi, brindar por ella, despedirnos como se ha hecho siempre aquí, festejando una vida, la de Rufi. Recortando aquí y allá de entre las páginas del recuerdo, momentos compartidos con ella, con Abel, con Koldo, unas veces entre risas y cantos, otras con los dientes y los puños apretados, conteniendo el dolor, la impotencia, porque de todo ha habido. Y ella, igual que muchísimas amatxos en Euskal Herria, aprendió a dejar sonrisas en las despedidas y a guardarse la pena en el alma para que pareciera que todo estaba bien, que no pasaba nada. Luego, en la calle, agarrada al estandarte de la reivindicación, sacaba fuerzas de donde se podía y, tatuadas en su alma justicia y libertad, peleó sin descanso para que no pudieran arrancárselas. Al final, la vida le obligó a descansar, jamás a rendirse, archivando sus recuerdos en algún lugar escondido al que ella no podía acceder.
Solía contar que cuando se ponía triste por la ausencia de Mikel, tú te disfrazabas y haciendo el tonto acababas arrancándole una sonrisa, o le montabas una mani en el pasillo pidiendo subida en la paga. «Es que Alberto es un ganso», decía mientras se le iluminaban los ojos con ese recuerdo.
Crecimos juntos en el barrio y las circunstancias amarraron nuestras vidas al mismo camino, al mismo paso, a un único y gran horizonte: los derechos y las libertades de este pueblo que no se rinde, que clama como nunca por la justicia y que va a seguir adelante hasta que estemos todos y todas en casa. Nos faltarán presencias queridas, nos dolerán ausencias irremediables, pero estaremos ahí, por fin juntos para homenajearlos a todos, a todas, para comenzar el nuevo camino que personas como Rufi y Abel nos marcaron con su ejemplo.
Aquel primer emblema, «presoak kalera!», o el que desde siempre llevamos los familiares en la boca y en el corazón: «euskal preso eta iheslari guztiak etxera!», nos marcan el objetivo y no pararemos hasta alcanzarlo.
Y ya solamente despedirme, diciéndote que a pesar de las distancias, las rejas y todo lo demás, siempre estás en nuestro corazón, y en momentos como este cada segundo, nosotros ahí contigo, apretadas las manos, pegaditos al amigo, maite zaitugulako asko. Besarkada handi bat y hasta prontito.