«Si no se desmonta la estrategia paramilitar del Estado la paz será peor que la guerra»
El médico y antropólogo colombiano Alberto Pinzón (Bogotá, 1954) participó en 2001 en los diálogos de paz de San Vicente del Caguán como integrante de la llamada «comisión de notables» y ahora observa el proceso iniciado en La Habana en busca de una solución política al conflicto armado. Exiliado en Alemania, ha recalado en Euskal Herria para disertar sobre las garantías políticas en el marco de las conversaciones de paz.
Mirari ISASI | BILBO
Alberto Pinzón ha visitado Euskal Herria coincidiendo con la multitudinaria movilización por la paz que inundó el martes Bogotá para respaldar el diálogo de paz que el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC están manteniendo en La Habana y en favor de una solución política al conflicto armado.
Así, no es de extrañar el optimismo de Pinzón cuando habla del contexto actual, sobre todo en comparación con el proceso que el Ejecutivo de Andrés Pastrana inició en 2001 con las FARC en San Vicente del Caguán, una «trampa política» y una «perfidia». Argumenta que «creímos en ello aunque no sabíamos el compromiso de Pastrana con Bill Clinton para adelantar la aplicación del Plan Colombia, que pretendía convertir al país en el Israel de América Latina» y acusa a Pastrana de haber permitido, al mismo tiempo, que «la estrategia paramilitar diera un salto cualitativo y cuantitativo al conformarse a nivel nacional las Autodefensas Unidas de Colombia».
Asegura que ahora ve «una lucecita al final del túnel» porque las circunstancias para la paz son más favorables, y destaca, más que el proceso en marcha, «la lucha de masas que se está dando por primera vez» en Colombia. Por eso, dice, la llave de la paz está en manos de «la gente del Común (en referencia a los comuneros de 1781 que protagonizaron el primer levantamiento contra la Corona española) en la calle. La gente que va marchando».
Es mucho más crítico con los diálogos del Caguán, un proceso que consideró «minado desde el principio» y abocado al fracaso, ya que arrancó con varios errores de partida: «la tesis de Pastrana de negociar la paz en medio de la guerra», que propició que una acción de guerra fuera utilizada como pretexto para cancelar el diálogo, y la ausencia de un tercero, según la teoría de la resolución de conflictos.
Errores del Caguán
El primero de ellos, y más importante, se está repitiendo en las conversaciones de La Habana, por lo que Pinzón insta a «pactar lo antes posible un cese del fuego bilateral que se complemente con esta especie de tregua política y este ambiente más sosegado y permita avanzar más rápido». No así el segundo de esos «errores», ya que en Cuba, país anfitrión, Venezuela, Chile y Noruega están jugando el papel de facilitadores para allanar los obstáculos.
«Un torrente muy fuerte ha roto ese dique represivo y hegemónico de la clase dominante para explotar y oprimir al pueblo trabajador colombiano». Con estas palabras describe Pinzón dos elementos fundamentales que se dan en torno al proceso abierto en La Habana y que marcan la diferencia respecto al de 2001: en primerlugar, la actual lucha de masas y movilización social, «una unión por la base vertebrada en torno a la Marcha Patriótica con una conciencia clara» a favor del proceso abierto en La Habana y la solución política y por una paz con justicia social, democracia, soberanía; y en segundo lugar, la fractura en la oligarquía dominante, hace años unida en torno a la apuesta por la guerra para acabar con la insurgencia.
A su juicio, son tres las razones que han llevado a Santos a sentarse a dialogar con las FARC, proceso al que deben sumarse, sostiene, las guerrillas del ELN y el EPL: «La imposibilidad de una salida militar, porque si la guerrilla estuviera derrotada los estarían cazando como a conejos; una movilización social unitaria que no se había visto en muchas décadas, y los cambios democráticos y progresistas en América Latina, que desde la Unasur y el ALBA ha presionado a favor de la resolución de un conflicto que incide en toda la región». Destaca, además, el revivir de la concepción bolivariana de América Latina y subraya que se ha dado vuelta a la situación: «Ya no es Europa la que va a despertar a América Latina, ahora es América Latina la que está despertando a Europa, mostrándole el camino de la unidad de la patria grande, de los bloques amplios antihegemónicos, progresistas y democráticos».
«Terrorismo de Estado»
El conflicto colombiano tiene, según destaca Pinzón, dos raíces: el problema agrario de la tenencia de la tierra y el «terrorismo» de Estado. En la mesa de La Habana se está a punto de firmar un acuerdo en torno al primero y las delegaciones del Gobierno y de las FARC se preparan para afrontar el segundo, una estrategia que está funcionando desde 1960 bajo el nombre de paramilitarismo según las pautas de actuación que dejó un general del Ejército de EEUU y ha producido una crisis humanitaria terrible.
«El Gobierno está muy bien asesorado y quiere escamotear el problema del terrorismo de Estado al no reconocer la existencia de víctimas del terror del Estado y equipararlas todas como víctimas del conflicto», advierte. En ningún caso admite una equiparación entre «las víctimas de un grupo ilegal que actúa al margen de la ley y las que genera el Estado con un plan de exterminio para aterrorizar y dominar a una población».
Y dos son también los procesos negociadores que considera se deben dar en Colombia, el del acuerdo de paz entre el Estado y las tres organizaciones guerrilleras insurgentes y el de la reconciliación del Estado con sus ciudadanos. «Ese nuevo pacto de concordancia, de protección, de convivencia ciudadana tiene que pasar indudablemente por eliminar ese monstruo que es la estrategia paramilitar del Estado y desmontar ese aparato».
Pinzón afirma que el Estado «debe dar justicia, reparación, verdad y garantías de no repetición a las víctimas, pero si queda intacta esa superestructura, esa máquina aceitada y vigente del terror de Estado, no habremos logrado absolutamente nada. En ese caso la paz va a ser peor que la guerra, porque nos va a sumir en una situación postconflicto peor que la que se vive en los países centroamericanos con las maras». Así, mantiene que el fondo del debate sobre las garantías políticas en el marco del foro organizado por las FARC y el Gobierno «es qué hacer con esas estructuras paramilitares que tomaron el poder con el Gobierno de Uribe».
Y, por eso, Pinzón incide en la importancia de la nueva fase que se abre en La Habana, a donde llegó como refuerzo el comandante de las FARC Pablo Catatumbo, «una persona de gran formación política y militar, partidario decidido de una solución política como refrendó con su participación en los procesos de 1991 y 2001, que llegó para desmentir la guerra mediática del Ejército sobre la división en la insurgencia».