Amparo LASHERAS Periodista
Aske Gunea, una chispa y un viento
Hace meses, mantuve una conversación sobre los nuevos tiempos abiertos en Euskal Herria, la estrategia y las tácticas a seguir para alcanzar el ideal político de independencia y socialismo, un proyecto que se ha instalado en la mente colectiva como una utopía comprada a plazos y sin esfuerzo. Hablamos, en definitiva, sobre el porvenir que se nos avecina y en el que no faltan incertidumbres y sorpresas, contradicciones y aciertos, alguna parte de éxito y otras de tensión y hostilidad. Una conversación que, probablemente, habrán mantenido, a lo largo y ancho de Euskal Herria muchos hombres y mujeres, preocupadas por el futuro de este pueblo.
Como no podía ser de otra manera, en la charla surgieron dos temas clave: la oportunidad de construir un muro popular y la desobediencia civil. «Ahora no se dan las condiciones», aseveró mi interlocutor con cierto conformismo. Y pensé que la fuerte depresión económica y la resistencia del Gobierno español a mover ficha hacia una solución política obligarían, más temprano que tarde, a crear en el pueblo esas condiciones tan necesarias. Pensé que, como en cualquier acción humana, la necesidad y la determinación para hacer algo resultan fundamentales también en las acciones políticas y sociales. Si nos movemos creamos aire, si nos paramos se detiene o desaparece. Aske Gunea se ha levantado, en medio de la costumbre, como un hito de nuevas y posibles maneras de lucha y desobediencia frente a la sinrazón. Un hito joven, audaz, firme, solidario, de los que mantienen la chispa revolucionaria que tanto preocupa al sistema. No se ha impedido que seis jóvenes vascos vayan a la cárcel, pero se ha levantado un viento que, de pronto, lo cambia todo.