Irak está sumergido en una oleada de atentados en torno a las elecciones provinciales de hoy, las primeras desde la retirada de las tropas de EEUU a finales de 2001.

En la provincia de Diyala, al norte de Bagdad, cuatro disparos de mortero mataron ayer a siete personas a la salida del rezo del viernes de la mezquita. Otra mezquita chií fue objeto de un atentado que mató a otra persona en Kirkuk, en Kurdistán Sur.

Horas antes, en la noche del jueves, un espectacular atentado contra un café del barrio suní de Amruya, en el oeste de la capital iraquí, dejaba un saldo de 27 muertos, entre ellos tres niños.

Los vecinos mostraban su ira. «Vivimos en medio de muros y de barricadas. Aunque ellos (las Fuerzas de Seguridad) no están en el origen del ataque, han contribuido porque son perezosas y sus controles son inútiles. Todo esto es culpa suya», señalaba un hombre que se negó a dar su nombre.

La campaña ha estado marcada por los atentados. Desde inicios de año, 14 candidatos a las elecciones han muerto en atentados. El mes de marzo ha sido el más sangriento desde agosto de 2012 y, desde el domingo, 118 personas han muerto en ataques.

Los atentados no han sido reivindicados pero la sección iraquí de Al Qaeda lleva a cabo una campaña diaria para debilitar el Gobierno del chií Nuri al-Maliki.

Y es que las elecciones son un termómetro de la popularidad del primer ministro, en guerra abierta con sus otrora socios de gobierno suníes y con otro conflicto abierto con la minoría kurda, y han puesto a prueba la capacidad de las Fuerzas de Seguridad para mantener el orden. Y a fe que han triunfado, los atacantes, no los interpelados.

Además, las elecciones se han convocado con un déficit de credibilidad. Solo dos tercios de las provincias votarán. Las tres que integran el actual Kurdistán Sur tienen su propio calendario electoral y en Kirkuk, reivindicada por los kurdos frente a los colonos árabes, se han retrasado.

El Gobierno ha decidido retrasar las elecciones en Nínive (norte) y en al-Anbar (oeste), enclaves suníes donde se vive una revuelta popular contra el poder chií en Bagdad. Los rebeldes denuncian la marginación que sufren, la misma que sufrió la mayoría chií a manos del suní Saddam.