Amparo LASHERAS | Periodista
«La palabra es acción»
El valor de la palabra resulta tan evidente en las relaciones humanas que desentrañar su significado revoluciona el sosiego intelectual al que nos acostumbra la rutina de hablar todos los días, de decir miles de palabras, a veces las mismas, para contar o explicar pensamientos diferentes y opuestos. Nos encontramos tan inmersos en ellas y tan confiados de su necesidad que, sin querer, nos arrastran hacia la incomprensión de lo que vivimos y cuando el sistema nos roba las palabras más nuestras, las del patrimonio revolucionario, las del pueblo que sirven para denunciar el oscuro imaginario del capitalismo, no nos damos cuenta y las olvidamos. Les quitamos el sentido y las dejamos tan heridas como a las ideas que representan. Y así, el sistema, que domina a la perfección la filosofía manipuladora del lenguaje, robando unas palabras y prohibiendo otras, moldea el mundo a su antojo, para, al final, convertir dictadura en democracia, represión en libertad y derechos en delito. De las opiniones que se han escrito sobre la importancia del lenguaje, la que siempre me ha llamado la atención por la implicación de compromiso y lucha que lleva consigo es la de J. P Sartre. En un texto sobre los escritores posicionados con una causa, defendió que «la palabra es acción». Para el filósofo francés la palabra no es una «pura descripción» de algo, es mucho más. Supone «un acto de revelación, gobernado por el proyecto de la forma social a la que aspiramos». Para él «revelar es cambiar» y la palabra una acción, un arma directa de cambio. El poeta Blas de Otero escribió en los tiempos duros del franquismo «aún nos queda la palabra», pero de poco sirve si tenemos miedo a decir lo que dice.