¿Qué leen?
Carlos GIL
Analista cultural
Llega un día de abril, marcado por el gremio de libreros, y todos salen a comprar libros y en algunos casos, también rosas. Es un día marcado en el calendario para aliviar de pesadumbre la primavera editorial que se ha convertido en un invierno perpetuo. Repasar la lista de los más vendidos es encarar la violencia del mercado. Ni un gramo de poesía creativa, cada objeto encuadernado forma parte de un escaparate donde el pensamiento y el arte se convierten en mercancía.
Hace unos años el bailarín Igor Yebra dijo que cuando iba a los apartamentos de sus compañeros no encontraba nunca un libro. Esa frase me resuena y me incita la pregunta incisiva, patética, puede que hasta ridícula: ¿qué leen los bailarines, los músicos, los actores, las escultoras, los poetas o las directoras de casting? Más en concreto ¿qué leen los miembros de la comunidad teatral que ejerce en euskara? Si contesto por contagio experimental, me sale un bolero de desamor, un canto triste, un abismo ante la nada.
¿Qué leen? Sí, porque para leer tiene que estar editado algo. Y hay poco. Y lo poco que hay, no les interesa. ¿Y los que se dedican a la danza? En cualquier idioma, ¿leen algo referente a su profesión o simplemente sudan? Además de las partituras, ¿los músicos leen estudios para su formación permanente? Me parece que quienes más tendencia a la lectura tienen son los artistas plásticos. Y quienes escriben, que deben leer para poder hacerlo. Por cierto, ¿los gestores culturales, se forman, leen o lo son simplemente por la gracia de dios y el oportunismo? ¿Qué leen los críticos, los periodistas especializados? Qué dolor. Cultura ágrafa, desvencijada, volátil, desnaturalizada, portátil, hueca.