Bulgaria cerró ayer la campaña electoral para los comicios legislativos anticipados de mañana, que ha estado marcada por las acusaciones de compra de votos y escuchas ilegales y con el decontento popular como telón de fondo. Después de semanas de protestas contra los altos índices de pobreza y corrupción, en el marco de las cuales se han producido al menos siete inmolaciones, la decepción de los búlgaros amenaza con traducirse en una abstención que los sondeos sitúan en hasta el 48%.

«Jamás tuvimos tantas dificultades en hacer un pronóstico en vísperas de elecciones», admite Uliy Pavlov, director del Centro de Análisis y de Marketing.

Las últimas encuestas reflejaban prácticamente un empate entre el derechista GERB del ex primer ministro Boiko Borisov, que renunció junto a su Ejecutivo en febrero tras semanas de presión en las calles, y el partido socialista PSB (excomunistas). El GERB obtendría entre el 29% y 35% de los votos, conservando un libera ventaja sobre el PSB, que logaría entre el 25% y el 32,3% de los sufragios, según los datos obtenidos de ocho sondeos.

Otras dos formaciones que superarían el umbral mínimo del 4% para entrar en el Parlamento de 240 escaños son el partido étnico turco DPS (11%), y el ultranacionalista Ataca (8%).

La falta de mayorías absolutas, los enfrentamientos entre todos los partidos y la negativa de todas las fuerzas a pactar una eventual coalicion con el GERB auguran una complicada formación de Gobierno si los datos de los sondeos se confirman.

Esta falta de una mayoría podría llevar al país a un callejón sin salida que obligaría a convocar nuevas elecciones tras el verano. «Podemos esperar una situación política inestable sobre un fondo de ira e insatisfacción, lo que puede constituir una situación explosiva», dice Kolio Kolev, director del Instituto Mediana, que teme que resurjan las protestas.