entrevista | Belen Arrondo Parlamentaria de EH Bildu
«La actitud estatal sería otra si se plantaran dos tercios del Parlamento»
Belen Arrondo, (Beasain, 1956) fue durante años miembro de la dirección y portavoz del sindicato STEE-EILAS, y desde hace algo más de seis meses es parlamentaria de EH Bildu. Un cambio de «instrumento de pelea», según define ella misma. Constata la lejanía del Parlamento de los problemas de la calle, y su grupo intenta solventarlo con un contacto constante con colectivos y asociaciones, un trabajo «a profundizar» y que anima a Arrondo en su tarea parlamentaria.
Iñaki IRIONDO
Belen Arrondo apenas lleva seis meses de trabajo parlamentario y lo que más destaca de la institución es su «lejanía» con respecto a los problemas de la sociedad. «Incluso el lenguaje -detalla- está muy lejos de lo que se vive en el día a día fuera de estas paredes».
¿Cómo se soluciona eso?
Con una cosa que estamos intentando hacer, pero que necesita tiempo y trabajo: tener una relación permanente con los diferentes colectivos y asociaciones. Cuando tenemos una iniciativa parlamentaria, nuestra o de otros, intentamos contrastar con colectivos, reunirnos, hacer propuestas, recoger sus ideas, y volverles a informar de lo que al final se ha decidido. Esto es una de las cosas más importantes. Desde que estamos en el Parlamento, cada vez hay más gente que viene aquí, hay más reuniones, se nota que en los pasillos no hay solo políticos. La gente que trabaja aquí lo comenta. Un día de la pasada semana, en la entrada se quedaron sin tarjetas de invitados porque tuvimos muchas reuniones y coincidieron casi todas a la vez.
¿Ha cambiado algo la entrada de EH Bildu en el Parlamento?
Desde el principio. Cabe recordar que conseguimos evitar el despilfarro de los iPads y hemos logrado cambiar el sistema de dietas de viaje. Pero hay algo más de fondo. Estamos intentando traer debates que de otra forma no llegarían aquí y que de verdad sirvan para algo. Por ejemplo, EH Bildu propuso en el Parlamento echar atrás el decreto del Gobierno de Lakua que, haciendo otra vez seguidismo de Madrid, acababa con las 35 horas en la Administración. Esa propuesta se aprobó y sirvió para que todos los sindicatos de la Función Pública se hayan levantado de la mesa hasta que el Gobierno acepte lo aprobado en el Parlamento. Este tipo de cosas sirven para dar cercanía y utilidad al Parlamento. Y ahora se ven obligados también a tratar otro temas, como el de Cabacas, que antes no entraban con tanta fuerza. Esta cámara ha vuelto a ser un reflejo más fiel de la voluntad de la ciudadanía de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.
A nivel general, ¿cómo observa este medio año de legislatura?
Ha demostrado que eso del «saber hacer» del PNV, de lo que tanto presumía en campaña electoral, es una milonga. El PNV y el Gobierno han sido incapaces de llegar a acuerdos de calado, como se ha visto en los presupuestos, porque no intentan acordar, sino imponer.
El PNV se queja de que son los demás los que no quieren acuerdos...
El problema es que presenta sus propuestas y espera que los demás se las aceptemos, con la falsa premisa de que no hay alternativa. Pero sí las hay. Lo que ocurre es que en el ámbito económico se limita a aplicar los criterios decididos en Madrid y en Bruselas, en los que está muy cómodo, como lo está Confebask con este gobierno. En cuanto a la normalización, Iñigo Urkullu aparece sometido a Mariano Rajoy. Este gobierno no adopta ninguna decisión que pueda molestarle. Se ampara en la discreción para tapar su inactividad y falta de iniciativa. Y en ese camino se ha desmarcado de la hoja de ruta de Aiete.
¿Les trata el PNV como primer partido de la oposición?
Para el PNV somos una presencia molesta y prefiere poner su vista en otros. Así lo hizo el lehendakari cuando al principio ni siquiera iba a contar con EH Bildu para buscar un acuerdo, fijándose solo en PSE y PP.
Está extendido el comentario de que PNV y EH Bildu no llegan a acuerdos porque se están disputando la hegemonía del mundo abertzale.
Lo que está en juego no es la hegemonía entre PNV y EH Bildu, sino entre dos modelos. Nosotros, como izquierda soberanista, tenemos voluntad de articular un modelo democrático real. Y creemos que el PNV representa un modelo institucional y social totalmente vertical, que posibilita la corrupción y el clientelismo. Los puros de Lemoa, las angulas de Gipuzkoa, son la anécdota de una categoría, que es la de un sistema para privilegiar a las élites y a las grandes empresas. Ese modelo ha fracasado y niega un futuro en libertad a este país.
Pero el margen de actuación institucional es muy estrecho...
Se pueden hacer cosas. Por ejemplo, ahora que se habla de cómo invertir el plus de endeudamiento que posibilitará una potencial flexibilización del déficit, lo que propone el PNV es recortar el gasto e invertir en cemento, volver a poner las infraestructuras como motor económico del país. Eso es reproducir el modelo que ha generado la crisis.
¿Y qué proponen ustedes?
En primer lugar hacer la elección de tomar las decisiones en Euskal Herria, superando la dependencia de Madrid. Lo que se recauda aquí y se gasta aquí debemos decidirlo aquí. Luego hay que cambiar el foco. No podemos estar mirando solo a cómo repartir el gasto, hay que mirar a cómo aumentamos los ingresos, y para eso es fundamental una política fiscal más justa. Y lo que se recaude hay que invertirlo en la sociedad, en garantizar servicios públicos de calidad y en inversiones productivas y ligadas a la I+D+i. La política del cemento es pan para hoy y hambre para mañana.
Les acusan de no practicar su discurso allí donde gobiernan De que en Gipuzkoa también aceptan los límites del Estado...
Eso no es cierto. Por ejemplo, cuando obligaron a suprimir la decimocuarta paga de 2012, la Diputación de Gipuzkoa pagó a sus trabajadores un complemento para paliar esa pérdida de poder adquisitivo. En Gipuzkoa se está demostrando con hechos que es posible otro modelo y que se pueden encontrar salidas a los recortes e imposiciones de Madrid. En el caso de la Ley de Dependencia, además de no aplicar la reforma de Rajoy, se hizo un decreto que mantiene y amplía las prestaciones. Se puede poner la política en favor de los trabajadores.
¿En qué sentido?
Ahora está de actualidad el conflicto de las residencias en Gipuzkoa. La mediación de la Diputación ha sido para garantizar los derechos de los trabajadores por encima de la reforma laboral y eso ha enfadado a Adegi. En la contratación pública, se han introducido cláusulas para que las empresas garanticen los derechos de los trabajadores y el cumplimiento de los convenios. En la lucha contra el fraude fiscal se ha ampliado la plantilla de Inspección y se ha propuesto a Bizkaia y Araba compartir datos para tener un mayor control general. Si se quiere, se puede seguir otro camino que no sea el del neoliberalismo. Y eso con 22 junteros y junteras de 50. Sin mayoría.
Volvemos entonces a la cuestión de los acuerdos...
Nos gustaría poder llegar a más acuerdos, a grandes acuerdos en clave de país. Es hora de que los abertzales nos pongamos de acuerdo para no cumplir los mandatos que van en contra del sentir mayoritario de la sociedad vasca. Cuando la legalidad española no encuentra legitimidad en Euskal Herria, cuando choca con la voluntad social, tenemos que apostar por esa voluntad. Igual que la insumisión acabó con la «mili», provocando un choque entre legalidad y legitimidad, pensamos que si dos tercios de este Parlamento se plantaran la actitud del Estado sería otra, no se atrevería a hacer las cosas que hace ahora. Pero la realidad es otra.
¿Cuál?
Es cierto que el marco vigente obliga a un sometimiento a los poderes españoles, pero el problema es que parece que el PNV lo acepta de buen grado. El límite del déficit, a ver qué pasa con la reforma educativa aprobada hoy [por ayer], las detenciones... El último ejemplo es el debate sobre presos políticos, con el PNV dando por bueno que se garantizan plenamente los derechos y libertades ciudadanas. Que se lo digan a los de Bateragune, a los periodistas de Egin, a los demás del 18/98, a los de Segi, a los navarros que confesaron bajo torturas la autoría de un atentado y luego, tras dos años de cárcel, se demostró que eran inocentes. Nos gustaría un acuerdo, pero el PNV se refugia en la legalidad y su acatamiento para justificar su inacción.
Belén Arrondo dice temer que «cuando salgamos de la crisis económica vamos a salir habiendo perdido todos los derechos laborales, sanitarios, educativos… Eso es lo que están buscando las élites económicas y los gobiernos les están ayudando».
¿Cómo se le da la vuelta a esto?
Luchando y movilizándose contra esas políticas y ahí está la convocatoria de huelga para el 30. Hay que mover a los que en estos momentos están gobernado para que tengan que cambiar sus políticas. Y, hasta entonces, al menos que paren todas las barbaridades que están pensando hacer, con más recortes en pensiones, en reformas laborales. La huelga es una llamada al PNV y a UPN, de que tienen que cambiar las políticas que están haciendo. Espero que poco a poco se vayan consiguiendo pasos.
Los convocantes dicen que la huelga interpela a todas las instituciones, también a las que gobierna EH BIldu, como por ejemplo la Diputación de Gipuzkoa...
Respeto y entiendo que desde los sindicatos se haga un llamamiento a todas las instituciones, pero creo que también los convocantes de la huelga son conscientes de que ni todas las instituciones tienen la misma responsabilidad, ni la misma capacidad de hacer algunos cambios; y también saben que hay instituciones que están haciendo las cosas mejor que otras y en una buena dirección. Eso no quiere decir que no haya más cosas por hacer y que desde los sindicatos se pida a todas las instituciones que tengan una mayor responsabilidad social. Lo que ha hecho la Diputación de Gipuzkoa en favor de los trabajadores en el conflicto de las residencias no lo hacen ni se espera que lo hagan las de Araba y Bizkaia.
Hace un año usted hubiera estado junto a Txiki Muñoz y Ainhoa Etxaide en la movilización sindical, ahora forma parte de lo que llaman «clase política». ¿Qué siente?
Siempre he pensado que hacer sindicalismo es hacer también política. Ahora estoy haciendo política desde un sitio diferente. El sindicalismo es un instrumento para cambiar las cosas y este parlamento tiene que ser también un instrumento para mejorarlas y responder a las necesidades de las personas. Se puede pelear desde distintos ámbitos. Hasta ahora he estado en el sindicalismo y ahora, con las mismas convicciones, peleo desde esta institución.