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Amparo LASHERAS Periodista

El mismo cinismo, la misma verdad

No sé cuántos años tenía, probablemente no más de doce, cuando escuché a mi tío abuelo, combatiente en un batallón anarquista durante la guerra del 36, decir que el Valle de los Caídos lo habían construido miles de presos políticos a los que Franco obligó a trabajar en condiciones de extrema dureza. Lo contó en un acontecimiento familiar, poco después de recobrar la libertad tras muchos años de cárcel. Mi tío abuelo fue uno de los tantos prisioneros republicanos vascos que llenaron las cárceles franquistas tras la firma del vergonzoso pacto de Santoña entre el PNV y los fascistas italianos, aliados de Franco. Alguno de los invitados le increpó afirmando, con soberbia, que mentía, que en España no existían presos políticos. La respuesta de mi tío no se hizo esperar y, por unos instantes, la escena que recuerdo bien podría haberse incluido en una película de De Sica, pero esa es otra historia.

El jueves, al escuchar la declaración del Parlamento vasco afirmando que, en Euskal Herria, ya no existen presos políticos, volví a pensar en aquel episodio, pero esta vez sin ese humor neorrealista con el que la gente de mi generación aprendió a reírse de un tiempo violento que comenzó a ser nuestro a medida que nos hacíamos mayores. Lo recordé con el pesar de contemplar el mismo cinismo político que, entonces, me provocó desasosiego y hoy me produce hartazgo y vergüenza ajena. No existen presos políticos decían, dicen y repiten en el Parlamento. No existen presos políticos asiente con su abstención cobarde el PNV. A pesar de lo que declaren, sí EXISTEN y es una verdad profunda, directa y dolorosamente política sobre la que nunca podrán fabricar una mentira por muchas veces que la repitan.

 
 
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