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Josu MONTERO Escritor y crítico

Olores

Olores» tituló el dramaturgo J.M.Benet i Jornet una obra en la que varios personajes coinciden en el edificio en el que habían vivido la infancia y la adolescencia en el barcelonés barrio del Ravall, y que está a punto de ser demolido. Antaño olía de otra manera. Olía más. He acudido alguna vez a un descampado que milagrosamente sigue existiendo cerca de la casa de mi niñez, y ni siquiera afinando la pituitaria he conseguido recuperar aquel olor. Solo permanece en la memoria; porque los olores se pueden husmear casi físicamente con esa zona del cerebro que almacena el pasado. Hoy es todo más aséptico, higiénico e inodoro. Lo más triste del e-book es cómo anula toda sensualidad en el amoroso acto de leer. El perfumista C.Brosius creó su fragancia 306 cuando encontró la primera edición de «Al faro» de V. Wolf: «Olía a cuero y a especias marroquíes. Me emocioné tanto que decidí conservar su aroma en un frasco». Conservar los olores transformándolos en palabras es lo que han hecho tantos escritores. El novelista francés Philippe Claudel acaba de publicar su autobiografía olfativa; a través de 63 olores nos cuenta su vida a través de los «Aromas» que la han marcado. Ese niño que aspira la loción del padre mientras le observa afeitarse o al que su madre masajea con pomada contra el resfriado. Pero también el aroma de los Gauloises, Gitanes y habanos; el sexo femenino, las sábanas limpias, los urinarios públicos, la promiscuidad de olores de las droguerías, los abetos y las acacias, el cannabis, la tierra, el carbón, el heno, el estiércol, las iglesias, la col, la tormenta; el olor de una niña mientras duerme o el de la vejez. Hamlet exclamaba que algo olía a podrido en Dinamarca; pero la Winnie de los «Días felices» de Beckett sigue tan pancha mientras poco a poco la basura la va cubriendo. Como nosotros.

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