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Raimundo Fitero

Desesperados

En la primera estatal andan desesperados buscando salvar el horario de tarde, en lo que se denomina técnicamente, de acceso al prime time, justo antes al horario de máxima audiencia. Tras el fracaso del programa de Anne Igartiburu, compensada con su vuelta a su «Corazón», ese compendio de cursilerías monárquicas, entre sus ocurrencias está la de rescatar formatos que parecían habían agotado su presencia. «Tenemos que hablar», un talk show clásico, con Ana García Lozano, se nos antoja como una reliquia, casi digno de formar parte del «Cuéntame», que anda con unas audiencias flojas, tirando a bajas. El volver al «España directo» que parece la última opción que están barajando, es un riesgo porque es un programa de alto coste debido a que deben estar funcionando simultáneamente varios equipos en las calles, para que tenga algo de dinamismo.

Pero en su búsqueda de soluciones antiguas para situaciones nuevas, vuelven a un esquema viejo, y optan por un concurso familiar, que es lo que la competencia tiene como armas de disuasión. No forma parte de su parrilla esta opción desde hace décadas, pero van y colocan en ese horario el concurso «Letris». Y aquí empieza la historia nunca contada. Uno se imagina que en los despachos de creativos, productores, ejecutivos se lanzó una primera pregunta: ¿Quién puede conducir este concurso? Uno de los presentes tuvo una de esas asociaciones de neuronas vagas y sonidos y dijo: Carlos Latre, que rima.

Y esa inspiración se convirtió en una opción llevada a sus últimas consecuencias. Un imitador, en ocasiones brillante, al frente de un programa de supuesto contenido lexicográfico. Un Scrable televisivo, jugado en familia. ¿Dará juego? Y la verdad es que está envarado, imitando perfectamente a un señor llamado Carlos Latre, que quiere ser amigo de los concursantes, que quiere mantener el ritmo, que quiere hacer ameno el concursito. Y se queda en una imitación muy irregular. No aguanta ese papel. Y como estas opiniones no se reflejan en los marcadores, miramos el resultado de audiencias y resulta que no ha mejorado a lo anterior. Por lo que se deduce que las decisiones desesperadas llevan a más desesperación.

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