Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista
El fiasco de Hollande y la deriva de la socialdemocracia
El presidente francés, la gran esperanza «rosa», se ha desinflado como un globo y ha rendido pleitesía a la canciller europea (alemana) en su reciente visita al Louvre.
François Hollande, gallo ante los comisarios de Bruselas (a los que recordó que no son nadie para dar órdenes a Francia), cacareaba al día siguiente como gallina el mantra de la «competitividad» ante la política teutona.
Huérfanos del «Juan de Arco» del «progresismo» europeo, algunos tratan de negar la evidencia asegurando que se trataría de un acercamiento bilateral y que Alemania estaría virando su posición en cuestiones como el empleo juvenil y la unión bancaria. Ilusos.
Les habría bastado, para entender lo ocurrido, con seguir sin anteojeras el reciente discurso de Hollande con motivo del inicio del segundo año de su presidencia. En él, y tras asumir el liderazgo de una ofensiva en Europa, acababa pidiendo sopas a Berlín y apelando a que «si Francia cae, cae Alemania». O podrían haber preguntado al electorado francés sobre su «presidente tranquilo». Los europeístas de última hornada del maltrecho sur de la UE se sorprenden ahora de que les haya dejado en la estacada el mismo que ha incumplido todas sus promesas en casa.
Se podría pensar que los que presentaron a Hollande como poco menos que un mesías son unos ingenuos, cuando lo que son es unos sinvergüenzas que disfrazan con fuegos de artificio y con la apelación a falsos liderazgos su traición histórica a la socialdemocracia europea. A la de verdad.