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Turquía mantine el pulso con Erdogan

Miles de personas volvieron a tomar ayer las plazas Taksim de Estambul y Kizilay de Ankara para protestar contra el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, que acusó a la oposición de estar detrás de las movilizaciones. Se habla de al menos tres muertos, aunque no hay confirmación oficial.

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La calma parecía haber vuelto ayer a las calles de Estambul y Ankara, donde la víspera se produjeron violentas actuaciones de las fuerzas de seguridad contra varias protestas antigubernamentales, pero durante la tarde se reiniciaron los disturbios, sobre todo en la capital. Amnesty Internacional cifró en dos el número de muertos durante los enfrentamientos, a los que la oposición añadió un tercero, un joven de 26 años que recibió un disparo en la cabeza, aunque no hay confirmación oficial de estos fallecimientos. El número de heridos, una docena de ellos en estado muy grave, supera el millar y los detenidos fueron más de 1.700 -730 de ellos, ayer-.

Las protestas comenzaron en Estambul en defensa del parque Gezi, junto a la plaza Taksim, en el que las autoridades pretenden construir un centro comercial, pero derivaron en movilizaciones contra el Gobierno que se extendieron a Ankara y localidades como Izmir, Adana, Antalya o Samsún, que fueron brutalmente reprimidas por la Policía el sábado. Tanto es así que el propio primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, contra quien se dirigían las protestas, reconoció «errores» en la actuación «excesiva» de las fuerzas de seguridad y habló de poner en marcha una investigación.

La retirada de la Policía de las plazas Taksim y Kizilay el sábado por la tarde devolvió la tranquilidad a las calles de ambas localidades, pero 24 horas después los enfrentamientos se reprodujeron en ambas ciudades cuando las fuerzas de seguridad intervinieron, por tercer día consecutivo, con gases lacrimógenos y agua a presión para desalojar por la fuerza a las 10.000 personas concentradas en Ankara -a la que antes habían impedido aproximarse a la sede de la Jefatura del Gobierno- y para dispersar a las miles que se habían reunido frente a las oficinas del primer ministro en Estambul.

Aunque en un primer momento admitió la excesiva dureza empleada por la Policía, ayer Erdogan rechazó las acusaciones de autoritarismo por parte de los manifestantes y aseguró que no se doblegará ante las protestas. «No tengo nada más que decir si llaman dictador a alguien que es un servidor del pueblo», afirmó.

El primer ministro acusó al principal partido de la oposición, el CHP, de provocar las manifestaciones. «Creemos que el principal partido de la oposición es el que está haciendo un llamamiento a la resistencia en cada calle, provocando estas protestas», afirmó.

Reveló que en el parque Gezi se construirá una mezquita y señaló que no necesita el permiso del principal líder de la oposición o de «algunos merodeadores» para llevar adelante el proyecto, por considerar que todas aquellas personas que votaron por su partido, el AKP, le han dado la autoridad para hacerlo.

«No podemos quedarnos mirando cuando algunos agresores en la plaza de Taksim provocan al pueblo», advirtió Erdogan en un discurso que distó mucho de la moderación y conciliación pedida ayer por el presidente de Turquía, Abdulah Gül.

La oposición también expresó su malestar con el primer ministro, cuyas palabras calificó de «incendiarias». Erdogan «ha echado gasolina al fuego. Justo cuando la gente empieza a calmarse, sus declaraciones vuelven a provocar rabia», dijo a Efe Ilhan Cihaner, influyente diputado del CHP.

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