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¿Qué acuerdo? ¿Qué país?

PNV y PSE parece que aceleran el ritmo y anuncian para el verano «acuerdos de país». Crearán cuatro grupos de trabajo -fiscalidad, economía y empleo, reforma institucional y mantenimiento de los servicios públicos- y aplauden y celebran «la voluntad» de quien se sienta enfrente en una ceremonia no exenta de teatralidad y cortejo. El PP no ha tardado en salir a la palestra para ofrecerse como socio de un acuerdo a tres que haga expresa la marginación de EH Bildu y perpetúe la mediocridad y el revanchismo que transmite una gran parte de la clase política vasca. Los acuerdos de país, más allá del recurso retórico, fueron una promesa electoral común, que demandaba un nuevo espíritu, una política de estatura, no polarizada y bloqueada, capacidad de llegar a compromisos racionales al margen de todo interés en apuntarse tantos a corto plazo. Sin embargo, el acuerdo de país en el que trabajan exige aclarar sobre qué tipo de acuerdo y de qué país tratan.

Es comprensible la amargura que recorre el sentir general de la gente abertzale. No necesita de aclaraciones estratégicas públicas para saber que en la agenda que trabajan no existe el horizonte en el que el país de los vascos, Euskal Herria, pueda decidir su futuro y crear las condiciones para su pleno desarrollo como entidad política. También sabe que no va a haber propuestas desde los diferentes ámbitos, desde el institucional al fiscal, para dimensionar y potenciar un nuevo punto de partida que permita la materialización de sus aspiraciones. Es en el cálculo partidista y en el regateo de cuotas de poder, en la estabilidad del Gobierno y las garantías de una legislatura «tranquila» donde transpira la negociación que ambas delegaciones teatralizan.

A falta de una nueva cultura política, con gobernantes que oxigenen la atmósfera, solo queda multiplicar el ingenio y el trabajo en común con los sectores sociales más vibrantes. Porque frente a quienes defienden que en la crisis no queda más remedio que aparcar las reivindicaciones nacionales, conviene subrayar que es precisamente en estas circunstancias en las que los mapas adquieren todo su relieve, y los dirigentes, liderazgo.

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