Josu MONTERO Escritor y crítico
Blas
El yo, por su misma configuración, deviene en hoyo, en vacío, al extrañarse del tú y quedar desterrado del nosotros», escribió Blas de Otero. Pero también: «Yo hablo aquí y ahora de nuestra libertad interior de personas y exterior de ciudadanos, es la misma y no es la misma. Y la mayor locura que puede hacer un hombre es intentar sacrificar este reducto en aras de una prosperidad nacional porque, ¿con qué mano va uno a combatir si no dispone de ella plenamente?». Y lo hizo en el mismo libro, «Historias fingidas y verdaderas» (1970). No es el Blas ensimismado en su conciencia trágica, ni el conocido poeta abierto en canal al brutal ruido del mundo. Lo que más daño hace al arte es ese reduccionista y académico afán clasificatorio, cuando todo auténtico poeta hace saltar las casillas. Y Blas es un poeta proteico, pleno de meandros, contradicciones y perplejidades. Un poeta que reconoce estar curado de espanto y se propone no escarmentar, crear vida expresándose con absoluta fatalidad y libertad. Confiesa tener la pretensión de decir la verdad, toda la verdad y parte de la mentira; porque poesía es palabra precisa, pero también imprevisible, y la ciencia del poeta no es otra que salirse por la tangente y colarse por la puerta precintada. Él prefiere «poesía histórica» a «poesía social»: «Toda poesía -afirmó- es de circunstancias». Y la suya se ocupó del hombre en una situación de lugar y tiempo determinados, y determinantes. Y es así universal. Nacido en 1916 en una casa oscura y burguesa de la bilbaina Hurtado de Amézaga y fallecido en 1979, no ha sido hasta hoy, 34 años después, que ve la luz su «Obra completa». Estas 1.300 páginas incluyen sus -¡aún!- inéditos últimos tres poemarios: «Poesía e Historia», «Nuevas historias fingidas y verdaderas» e «Historia (casi) de mi vida». Pide a gritos una lectura libre de clichés.