Pili Zabala Artano Hermana de Joxi Zabala
El poder de las palabras bien dichas
Quiero luchar y reivindicar la fuerza de las palabras bien dichas con contenido incluyente, sentido ético para poder conseguir no acallar esas minoritarias voces, tal vez molestas para algunos cuantos, sino alzar la voz y abrir el turno a todas aquellas personas que tienen mucho que decir al tiempo que escuchar, y que no han conseguido, hasta ahora, un espacio- escenario donde expresarse
Secándole las lágrimas de sus ojos y mirándole con cariño tratando de tranquilizarla, le dijo: «lasai egon ama, no queda mucho para que nuestro pueblo sea libre, y, entonces estaré en Tolosa con vosotros y con la gente que quiero». Estas fueron las últimas palabras que recuerdo le dijo mi hermano Joxi a nuestra ama, Feli, el domingo 9 de octubre de 1983. Cuando se dirigió a mí, su hermana pequeña, como siempre antes de despedirse, me preguntó qué tal los estudios. Yo le dije bien 8 sobres y 2 notables. Entonces asintió con la cabeza y con un gesto amable me sonrió dirigiéndome una mirada dulce, llena de admiración y ternura. Por supuesto, yo me sentí halagada, como siempre le sonreí y me abracé a él intentando ocultar mis lágrimas como ocurría siempre en las despe- didas. También me recordó que no olvidara que tenía que mejorar mi euskara. Su amor hacia el euskara, su lengua materna y el idioma que por trasmisión cultural amaba y, sin darse cuenta casi olvidaba por la falta de su uso, lo intentaba recuperar con esfuerzo.
Esa imagen, ese momento de esperanza, ya no se volvería a repetir nunca más. Ese fue nuestro último encuentro, abrazo, y, todavía hoy día, a pesar de los casi 30 años que me separan de ese momento de felicidad lo recuerdo perfectamente.
Mi hermano Joxi, ese ser humano tan sumamente dulce, a la vez que reivindicativo y nervioso, tan luchador, tan rebelde y comunicativo, poseía un enorme sentido de justicia (social, política, económica y educativa). Ese respetuoso sentimiento le llevó, desde muy joven, a sentir inquietud por intentar conseguir una sociedad más igualitaria, equitativa, con mayor bienestar y menos discriminatoria.
Apesar de su juventud, su capacidad de trabajo era inagotable, al igual que inagotable era su solidaridad y generosidad. Pues bien, por todo ello decidió luchar por un pueblo más justo, más libre, más autónomo, donde todos los derechos y obligaciones de sus habitantes se tuvieran en cuenta por igual. Por todo eso y por mucho más eligió el camino que consideró más adecuado a ese momento y a esas circunstancias, pero sin hacer mal a nadie. Pues debo recordar a quien lo quiera verificar que mi hermano no cometió ningún delito por el que se le hubiera juzgado. Quien quiera puede comprobarlo en las hemerotecas. Su nombre no tiene por qué tener una connotación reprochable. Como siempre, los intereses de ciertas personas a veces son muy maquiavélicos. En este caso no lo van a conseguir. La historia debe reflejar la verdad y por eso escribo estas líneas.
Me encantaría si pudiera crear conciencia universal, sobre todo en aquellas personas que se consideran humanamente sabias, moralmente estrictas y no se plantean siquiera que existe ese tipo de dolor que yo intento demostrar.
Incluso algunos individuos serían capaces de reprocharme, tal vez, que yo esté haciendo apología de terrorismo, porque con mis textos se sienten atacados, pero no se preguntan por qué se sienten atacados (a qué se debe esa sensación). Cuando yo lo que quiero reivindicar es cómo se puede ser tan condescendiente con los crímenes más crueles ocurridos durante la esperada, ansiada y deseada intau-ración de la democracia (en concreto el 16 de octubre 1983) y no se alce la voz en protesta por ello.
Las palabras hermosas nunca pueden provocar sentimientos de rechazo, menosprecio ni enfrentamiento. Las palabras adecuadas, bien estructuradas, correctamente definidas y concretas sólo invitan al acercamiento, entendimiento, recapacitación y reflexión. Hacen falta utilizar muchas palabras sabias y menos insultos para poder llegar a una salida digna y respetada por todos.
En nuestro camino a lo largo de la vida cada cual intenta entender sus procesos de maduración, crecimiento personal, su lucha por sobrevivir y su forma de actuar de muy diversas maneras.
Yo en estos momentos quiero luchar y reivindicar la fuerza de las palabras bien dichas con contenido incluyente, sentido ético para poder conseguir no acallar esas minoritarias voces, tal vez molestas para algunos cuantos, sino alzar la voz y abrir el turno a todas aquellas personas que tienen mucho que decir al tiempo que escuchar, y que no han conseguido, hasta ahora, un espacio-escenario donde expresarse, pues supuestamente el significado de sus experiencias eran ilegítimas. Esas voces de las personas que están en desigualdad de condiciones, que retumban inconscientemente en el eco de nuestro cerebro por ser impactos a menudo invisibles como:
Las voces de los medios de comunicación cuando cierran periódicos dejando a tantas familias en la calle, intentando utilizar cualquier pretexto como mecanismo de destrucción de una cultura.
Las voces de los sabios y comprometidos ciudadanos que rechazamos la impunidad contra los graves crímenes, con la esperanza de que nuestros derechos sean escuchados y la justicia que demandamos encuentre escenarios que sean respetuosos con los mismos y estén a la altura de la gravedad de las atrocidades cometidas.
Cuando a un ser humano le quitan la vida con tan solo 21 años te planteas si el camino de la violencia es una vía de solución o de rechazo a los problemas. En mi caso, siempre me he mostrado contraria a la aplicación de cualquier tipo de agresión ya sea verbal, de género, gesticular, sexual, etc.
Por tanto, ciertos caminos han supuesto un rechazo instantáneo, como: el allanamiento de morada por la Guardia Civil a las 2 de la madrugada, con amenazas mientras te apuntan con las metralletas en 1982; la carga policial en el cementerio de Tolosa por la policía vasca, cuando nos impidieron enterrar con absoluta dignidad a nuestros seres queridos, en junio de 1995; el seguimiento por la Guardia Civil durante el trascurso del juicio en la Audiencia Nacional de Madrid a principios del 2000, dicho por Margarita Robles, Fiscal General del Estado, y comunicado a su amiga Lolo Rico, en cuya casa nos cobijamos la familia Zabala durante el juicio que se prolongó durante cuatro meses y medio.
En mi vida se han sucedido acontecimientos tan psicológicamente traumáticos que no me ha quedado más remedio que buscar respuestas a tantas preguntas planteadas e intentar recapacitar y meditar para no caer en el argumento fácil o respuesta sin contenido. Por supuesto, todo ello exige grandes dosis de paciencia, aprendizaje, templanza.
Y ahora yo me planteo un caso práctico a resolver por los ciudadanos (tal vez pudiera servir para los estudiantes universitarios de Derecho Penal): ¿cómo hubiera sido la historia al revés? Si por ejemplo, Dorado y Bayo hubieran sido dos miembros de ETA dirigidos por Galindo, Vera, Barrionuevo como los ideólogos, instigadores, inductores, encubridores, cómplices y colaboradores de una banda armada, y hubieran secuestrado a dos jóvenes de 21 y 20 años, Joxi y Josean, hijos de un empresario vasco y les hubieran practicado todo tipo de vulneraciones de derechos humanos, comenzando por secuestro y desaparición forzada, continuando con múltiples torturas y, debido al deterioro personal al que les sometieron, imposible dejarles con vida pues la gravedad del delito sería visual, finalizar con el asesinato y enterramiento en cal viva para asegurar la desaparición de cualquier rastro o huella de su macabro delito. ¿Acaso alguien cree que se hubiera juzgado igual? No lo creo. Y, ¿qué repercusión a nivel mediático hubiera tenido?
Para terminar, ¿se hubiera sido tan condescendiente para con los juzgados y demostrados culpables de los crímenes más execrables ocurridos durante la iniciada democracia a la hora de aplicar las condenas y de garantizar que las cumpliesen? Imposible.
Aquellos individuos que no quieren hacer comparaciones buscarán alguna excusa o pretexto, pero puede servir como ejercicio para crear una nueva conciencia universal. Me encantaría que la gente pensara y me remitiera sus respuestas. Hoy en día estoy segura que el nivel de madurez de la sociedad y de sus dirigentes me daría la razón.
Todos esos razonamientos tal vez me sirvan y me den fuerzas para trabajar en el ámbito de la «Jurisdicción Internacional» o principio jurídico que reconoce los delitos cuya gravedad y relevancia son una ofensa a la conciencia universal y a toda la humanidad por lo que pueden ser perseguidos en cualquier país del mundo sin que prescriban. Es decir, se pueden volver a juzgar los delitos probados porque su persecución y sanción constituyen no sólo un compromiso, sino también un interés compartido por todos los estados. El objetivo último es conseguir una mayor, mejor y trasparente democracia.
Probablemente, los alumnos de Derecho preguntarían intrigados al profesor: ¿qué paso? o, ¿cómo se resolvió el caso? Yo les contestaría lo que les contesto en multitud de ocasiones a mis alumnos, (en mi caso trabajo en el ámbito de la salud): cada uno de vosotros posee el criterio justo y necesario, al igual que la suficiente autoridad moral como para saber qué es lo que está bien y qué es ética, moral y humanamente reprochable. Y, por supuesto, que lo defienda con un buen razonamiento basado en los principios del Derecho.
Creo que en cualquier suceso histórico es imprescindible investigar los hechos basados en argumentos jurídicos y salvaguardar la presencia de abogados de los derechos humanos. Por tanto, el sistema judicial debe perder el miedo contra estos abusos de poder y condenar a los políticos u autoridades responsables.
Se debe abrir una grieta que comience a quebrar la impunidad. La lucha contra la impunidad es una mezcla de conciencia, persistencia y creatividad.