Ben Wheatley | Director de cine
«Hoy en día el cine ha perdido parte del carácter sagrado que tenía antes»
Forma parte de la última hornada de realizadores británicos procedentes de la televisión (auténtico vivero de cineastas ingleses desde los 60) y para algunos ya es un autor de culto. Tras triunfar en Cannes y en Sitges, «Turistas», su tercer largometraje, llega ahora a las pantallas: una comedia amorosa donde prima el humor negro.
Jaime IGLESIAS | MADRID
Aunque resulta un concepto un poco ambiguo, el término «cult movie» o película de culto, señala (o al menos señalaba en sus orígenes) aquellas obras que por lo arriesgado, escabroso o políticamente incorrecto de sus contenidos quedaban marginadas de los circuitos de exhibición mayoritarios, confiando que, en un futuro próximo, cuando la solidez de ciertos tabúes comenzara a resquebrajarse, serían oportunamente reivindicadas por una audiencia liberada de prejuicios. Ese proceso de maduración en el imaginario colectivo apenas conoce desarrollo en una época, como la actual, donde las urgencias mandan y prima la cultura de la inmediatez, por eso el saludar una obra cinematográfica como película de culto en el momento de su estreno, le hace un flaco favor al film en cuestión y crea confusión en el espectador.
El británico Ben Wheatley, con apenas tres largometrajes a sus espaldas, ya ha sido bendecido por muchos críticos como autor de culto, sin embargo ésta es una etiqueta de la que él mismo reniega: «Mi anterior película, `Kill List' era un film de horror claustrofóbico mientras que `Turistas' -que acaba de llegar a nuestras carteleras- es una comedia de exteriores», manifiesta, con un punto de ironía, quien aún confía en el rigor de los géneros cinematográficos en el intento por defender sus propuestas. ¿Pero hasta qué punto se puede definir como comedia un film sobre una pareja de novios en vacaciones que se retroalimentan en sus respectivas pulsiones asesinas, mientras hacen turismo rural por la Inglaterra profunda?: «Sí, incluso diría más, creo que se trata de una comedia romántica, habida cuenta que lo que narra es una historia de conocimiento y convivencia», sentencia el cineasta británico.
Puede que esa disonancia entre continente y contenido sea la que haya dotado al film, para muchos, de una apariencia transgresora, que ha procurado su bendición como «película de culto» y, sin embargo, su director reconoce que, al contrario que otros títulos míticos en la larga nómina de largometrajes consagrados a narrar el destino compartido por una pareja de asesinos («Bonnie & Clyde», «Asesinos natos», etc.), «Turistas» se ha estrenado sin apenas generar polémica: «Habrá quien diga que se trata de un film amoral, otros lo celebrarán como una manifestación de incorrección política, no es algo que me preocupe, sinceramente, yo he hecho la película que he querido hacer y la hemos estrenado sin ninguna controversia, la gente se ríe, se lo pasa bien y con eso me vale. Supongo que también es algo que obedece al sino de los tiempos, el cine ha cambiado mucho, cuando se estrenó «Bonnie & Clyde» fue una película que incluso impuso tendencia en lo referente a la moda. Hoy en día el cine ha perdido parte de ese carácter sagrado que tenía antes».
Bien es cierto que la pareja de amantes-asesinos que protagoniza «Turistas» es cualquier cosa menos glamourosa: «Me interesaba invertir el tópico de la comedia romántica, coger a una pareja más bien vulgar y situarlos lejos de los escenarios chic que procuran ciertos ambientes urbanos. Todos los lugares que salen en la película como el Museo del Lápiz o el Museo del Tranvía existen realmente y son visitados, sobre todo, por las clases populares. Esto, al final, redunda en una reacción más favorable por parte del público que si empatiza con una historia tan aparentemente salvaje es, precisamente, porque reconociendo como reales los ambientes en los que se desarrolla acepta como algo plausible lo que le estás contando», comenta Ben Wheatley, quien no oculta que esos escenarios tienen, también, su importancia en la narración por cómo van incidiendo en el ánimo de la pareja protagonista de cara a sacar el lado más oscuro de cada uno de ellos: «Turistas tiene algo de road movie en el sentido de que narra un viaje, a través del tiempo y del espacio, desde el presente hasta el pasado. Ellos comienzan visitando museos sobre el impacto de la revolución industrial en el norte del país, después ruinas de monasterios medievales, más tarde reliquias de la Edad de Piedra y terminan completamente aislados en un escenario agreste, donde no hay nada, sólo la naturaleza en su estado más primitivo. Es ahí, lejos de cualquier signo de civilización, donde acaban llegando al interior de sí mismos, donde terminan por conocerse y por asumir su temperamento más salvaje».
Sin desvelar el final de la película (inesperado pero lógico) resulta llamativo cómo ese camino hacia la autodestrucción conjunta (plasmación absurda de un cierto ideal romántico que se desvela blanco preferente de toda la carga satírica que posee el film), es rechazado en el último momento por la chica protagonista que, apelando a su inteligencia emocional, es la que asume de una manera más clara su propia naturaleza, por oposición a él, que precisa permanentemente de razones que justifiquen su comportamiento: «Siempre hay que tener cuidado con esas generalizaciones -comenta Ben Wheatley-, yo no creo que el conocimiento se dé en las mujeres exclusivamente apelando a las emociones y en los hombres a través del intelecto, pero en el caso de esta pareja, y simplificando mucho, algo de eso hay. Lo que ocurre es que explicándolo así parece que él tuviera alguna hoja de ruta y tampoco es el caso, su furia homicida no obedece a ningún plan, sus justificaciones son excusas: en el fondo es un inmaduro. Por el contrario ella sí que ha entendido de que va el tema y por eso en el último momento pasa de seguirle el rollo, comprende de qué va el asunto y piensa: `hasta aquí hemos llegado'. A ella este viaje le ha servido para crecer, mientras que él cree entenderla a ella pero lo que hace realmente es subestimarla».
Da la casualidad de que los actores que interpretan a la pareja protagonista, son también los guionistas del film, algo que, según Ben Wheatley, ha sido beneficioso para el resultado del mismo: «Sé que a muchos directores les espanta tener al guionista en el set, pero en este caso ellos estaban plenamente comprometidos con la historia al punto de aceptar transformar en el momento y sobre la marcha ciertas escenas cuando ellos mismos, como actores, percibían que igual la cosa no funcionaba como habían previsto. Su disposición a colaborar tan estrechamente conmigo fue un regalo, sinceramente».
Película de culto, o no, lo cierto es que «Turistas» ofrece una mirada insolente sobre las relaciones de pareja, y lo hace bebiendo de las fuentes de los géneros cinematográficos si bien subvierte algunos de los tópicos que tienden a perpetuar los esquemas de representación más clásicos. De ahí el desconcierto que puede llegar a procurar, aunque la evocación frívola que hace de la violencia se halle tan asumida, por parte del espectador actual que, en ese aspecto, quizá resulte poco sorpresiva para algunos públicos.
«He hecho la película que he querido hacer y la hemos estrenado sin ninguna controversia»
«Lejos de cualquier signo de civilización acaban llegando al interior de sí mismos; terminan por conocerse y por asumir su temperamento más salvaje»
«A tener a los guionistas en el set, ellos transformaban sobre la marcha ciertas escenas»
Dirección: Pepe Carbajo.
Guión: Álvaro González Aller.
Producción: Iñigo Amescua.
Intérpretes: Jorge Sanz, Jorge Perugorría, Enrique Villén, Pepe Carabias, Carla Hidalgo, Goyo Jiménez, Miriam Díaz de Aroca, Juan Muñoz, Juan Dorá, María José Alfonso, Miriam Benoit, Manolo Cal, Rebeca Badía, Elena Martin.
Fotografía: Tote Trenas y Suso Bello.
Música: Jesús Glutz.
Montaje: Rodas.
País: Estado español. 2011.
Duración: 100 minutos.
Dirección: Régis Roinsard.
Guión: Roinsard, D. Presley y R. Compingt. Intérpretes: Dáborah François, Romain Duris, Bérénice Béjo, Eddy Mitchell, Miou-Miou. Fotografía: Guillaume Schiffman. Música: Emmanuel D'Orlando Rob. País: Estado francés. 2012. Duración: 111' minutos.