Las normativas impuestas en los campos de fútbol convierten estos recintos en un peculiar limbo legal en que los derechos más básicos quedan suspendidos. Por razones que enlazan con la especial incidencia represiva en Nafarroa, esta excepcionalidad es más aguda en El Sadar, donde se ha convertido en habitual que, por ejemplo, la Policía española requise bufandas con el arrano beltza. Habrá que conceder a los uniformados, eso sí, que no hacen distingos por clases. En 2003, el entonces presidente de Osasuna Javier Miranda ya fue abordado en su casa de madrugada, juzgado y condenado por defender a aficionados de la presión policial. Ahora se repite con el actual rector rojillo, Miguel Archanco. Un incidente banal en el Osasuna-Getafe hace que la Comisión Antiviolencia plantee una multa y seis meses sin entrar a recintos deportivos.

Si prospera tan insólita -e insolente- iniciativa, Archanco no podrá entrar a su propio estadio, cuando lo lógico sería lo contrario: que de una vez por todas sean los clubes quienes dejen fuera de juego a unos policías que solo alimentan tensiones, y más aún cuando ya contratan fuertes contigentes de seguridad privada.