La inagotable pluralidad de Fernando Pessoa
El baúl del lisboeta no se agota nunca, desde que se abrió, allá por los ochenta, no ha cesado de dar sorpresas. De él han salido gente y más gente: heterónimos, algún semiheterónimo acompañando al ortónimo Fernado Pessoa, drama em gente.
Iñaki URDANIBIA
En un reciente ensayo sobre el boom de los estudios pessoanos («Alias Pessoa»; Pre-Textos, 2013), Jerónimo Pizarro señala que «en los últimos doce años se han publicado más de dos mil textos hasta entonces inéditos de Fernando Pessoa». De los libros acerca de las figuras poéticas del lisboeta, mejor ni entrar en ello.
Este año -125 años de su nacimiento se cumplen mañana- seguro que da una cosecha más amplia y estupenda de textos pessoanos, o de ensayos sobre sus trabajos. Se acaban de publicar un par de ensayos del propio Pessoa, libros que nos presentan al escritor preocupado por las relaciones entre el proceso creativo y la enfermedad mental («Escritos sobre genio y locura»; Acantilado, 2013) y por los problemas sociales que preocupaban en la época («Iberia. Introducción a un imperialismo futuro»; Pre-Textos, 2013).
Dos temas de gran interés: el primero porque Pessoa reflexiona sobre un asunto que ha preocupado a los siquiatras que han diagnosticado post partum la enfermedad mental del escritor (no será, desde luego, un trastorno bipolar, sino multipolar). A modo de ejemplo podría citarse cómo fue catalogado este «poeta insomne» del que hablase Antonio Tabucchi, siempre preocupado por escribir el Libro total -al estilo de la ensoñación de Mallarmé- como padeciendo «desdoblamientos individualizados de una dilatada e incontenida personalidad...fruto de una enfermedad esquizoide de un psicópata profundo» (Mario Saraiva, «El caso clínico de Fernando Pessoa»; Ediciones de Oriente y del Mediterráneo) ; incluido en la senda permanente de los «locos egregios» de que hablase un psiquiatra oficial de por acá, peña a la que habría que añadir al lisboeta junto a los Rimbaud, Hölderlin, Poe, Artaud, Schiele, Blas de Otero o Leopoldo María Panero. El segundo, nos descubre a un ser alejado de los clichés que sobre él se han erigido mostrando a un ser solitario y aislado del resto de sus paisanos, dedicado a sus escritos y a su botella de bagaceira, siempre al borde del delirium tremens, como pudieran dar a entender sus versos: «...En fumar paso el día, en beber cosas, / drogas americanas que entontecen./ ¡Y yo tan borracho ya sin nada!...».
Genio y locura
Una personalidad empeñada, en palabras de su heterónimo Álvaro Campos, en abarcarlo todo, «sentirlo todo de todas las maneras, / vivirlo todo por todos los lados, / ser una misma cosa de todos los modos posibles y al tiempo, / realizar en mí mismo toda la humanidad de todos los momentos / en un solo momento difuso, profuso, completo y lejano». La abundancia imaginativa brotó temprana en este ser nacido en Lisboa, producto -gustaba recordar- de la «unión de gentiles y judíos», pues a los seis años ya creó su primer heterónimo, el Caballero de Paso, «de quien me escribía cartas»; la continuación fue una bulimia lectora y una ampliación de compañeros de letras hasta el número de setenta y tantos heterónimos.
Los libros que nombro en estas líneas sirven bien para mostrar algunas de las cambiantes máscaras de este «extraño extranjero» -que dijese su biógrafo Robert Bréchon-, de ese ser que era muchos seres, de ese escritor que era un amplio conjunto de grandes escritores que se codeaban en constante tensión entre la creatividad y el desbordamiento; en el fino filo de la navaja que separa el genio y la locura, explorado con mirada caleidoscópica por el propio poeta al que podrían aplicársele las palabras de su heterónimo Ricardo Reis: «Numerosos son los que viven en nosotros; / Si pienso, si siento, ignoro/ Quién es el que piensa, el que siente./ Soy solamente el lugar/ en el que se piensa, el que siente». O en sus propias palabras : «No sé quién soy, ni qué alma tengo. Cuando hablo con sinceridad, no sé con qué sinceridad hablo. Soy diversamente que un solo yo; pues no estoy seguro, por otra parte, de la existencia...me siento múltiple...una suma de no-yoes sintetizados en un yo postizo».
Artista
Además de sus propias palabras, el libro de Jerónimo Pizarro, a sumar a los clásicos de Ángel Crespo, Antonio Tabucchi u Octavio Paz, es un verdadero fogonazo o una batería de ellos que nos acercan a la obra de Pessoa, a sus libros y a los libros sobre los suyos, al tiempo que lo pone en relación con Machado, Borges, Marinetti y Khayyam.
«A Fernando Pessoa es imprescindible incluirle en la lista de los grande artistas mundiales nacidos durante la penúltima década del siglo pasado: Stravinsky, Picasso, Joyce, Braque, Jlievnikov, Le Corbusier. En el poeta portugués están condensados todos los rasgos típicos de este grupo», decía Roman Jakobson («Ensayos de poética»); o, ciñéndose al campo de la poesía, Alain Badiou, tras nombrar a «Hölderlin, como profeta, vigía anticipador -situaba tras él- a Mallarmé, Rimbaud, Trakl, Pessoa, Mandelstam y Celan».
Nunca es tarde para acercarse a la obra de este poeta fingidor, que a la vez es muchos poetas y muchas obras...de las más brillantes del pasado siglo.