La reunión entre Danny Boyle y su guionista de los comienzos ingleses John Hodge está dando mucho que hablar, y tiene que ver con la preparación de la secuela de «Trainspotting». Se hayan juntado o no para eso, la pareja vuelve a funcionar al máximo rendimiento como en los viejos tiempos. Fue el fracaso hace trece años de «La playa», su primera película protagonizada por una estrella de Hollywood como Leonardo DiCaprio, lo que les distanció hasta ayer mismo. Entonces la adaptación de una novela de Alex Garland no funcionó, pero parece que Boyle ha decidido borrar el recuerdo de aquel paso en falso, para remontarse a un periodo anterior, cuando se entendía con su guionista a las mil maravillas.

De hecho, «Trance» es uno de esos proyectos que ha permanecido en un cajón bajo llave. Boyle ya quiso dirigirlo a mediados de los 90, pero Joe Ahearne, autor del argumento original, no quiso esperar y prefirió realizarlo por su cuenta, convirtiéndolo en un telefilm. De dicho material televisivo parte un thriller de suspense sicológico mucho más moderno, concebido a la manera de Christopher Nolan, con una historia de robos y triángulo amoroso que transcurre en mundos paralelos, en los que se mezclan realidad y ficción. Y es que sería una película de género más, de no contar con el elemento visionario de la hipnosis y su poder sobre el subconsciente.

Es un escenario onírico y de acción que se presta al estilo frenético de Danny Boyle, con la complicidad del montador Jon Harris. Igualmente se presta a su característico efectismo visual, gracias a la pericia del director de fotografía Anthony Dod Mantle. El impacto seguro de «Trance» en la franja de público más joven se asegura con un triangulo estelar atractivo, en el cual Rosario Dawson hace de eje como la hipnoterapeuta que controla por partida doble a James McAvoy y Vincent Cassel. El casting no podía haber sido más acertado, dentro de un ajustado presupuesto de 20 millones de dólares.