Amparo LASHERAS | Periodista
La paz tiene dos caras
En un ensayo sobre la «teoría de la paz», Erich From, uno de los pensadores más relevantes del siglo XX, preguntaba ¿qué es la paz? Como primera respuesta me imagino un silencio sorprendido que exige pensar. Aunque paz me parece una idea grande, cuando la escucho me viene a la memoria aquel intencionado mensaje franquista «25 años de paz», que, en 1964, abrió la primera autopista del olvido, enterrando la verdad sobre una guerra que todavía late en la memoria colectiva. No digo que sea lo mismo (jamás un tiempo es igual a otro) pero el Plan de Paz y Convivencia y sus microacuerdos, presentados por el Gobierno vasco, rebotan en mi cabeza con ecos muy parecidos, como una interesada concepción de la palabra paz, utilizada históricamente por todos aquellos que lo remueven todo para no cambiar nada. From, en su teoría, distingue dos acepciones del vocablo paz: una negativa, cuando esta se reduce a la no utilización o desaparición de la fuerza para conseguir unos fines determinados y otra positiva , que significa vivir en «una condición no sólo de no agresión, de no violencia, sino también libres de angustia», es decir, en esa plenitud de derechos y de no alienación nacional, económica y social que, en el caso de Euskal Herria, se daría llegando a la resolución del conflicto político que generó una lucha armada y no al contrario, y reconociendo, al menos, el derecho de autodeterminación que posibilitaría lo que también afirma From en la última frase de su ensayo y que comparto porque, quizás, no he perdido de vista la utopía posible de la paz: «Solo un cambio radical de la sociedad podrá aportar una paz duradera». Mientras tanto, se hablará de sucedáneos prefabricados, no de paz.