Representantes del movimiento feminista de Bilbo, de la Marcha Mundial de Mujeres y de asociaciones de Nigeria salieron ayer a la calle, junto con numerosas ciudadanas y ciudadanos, para denunciar la violencia sexista y expresar su «indignación» por el tratamiento que se da a la violencia contra las mujeres desde las instituciones y los medios de comunicación.

Después de recorrer el camino que va desde la Plaza Arriaga al Ayuntamiento, leyeron un comunicado en el que constataron que la violencia sexista, en sus distintos aspectos, no es un hecho aislado, sino que es estructural en esta sociedad en la que mujeres y hombres no tienen el mismo valor de cara a derechos y obligaciones.

«Todas las mujeres corremos el riesgo de padecer violencia sexista, independientemente del color de nuestra piel o clase social a la que pertenezcamos. Y diariamente estamos sometidas a la violencia machista en los diferentes ámbitos de nuestras vidas, teniendo que soportar desde insultos, chistes, menosprecios e invisibilización, hasta tocamientos, violaciones, palizas y asesinatos», expresaron. Por ello, manifestaron que la violencia contra las mujeres es «un problema político, económico, social y cultural de primer orden».

Criticaron que son las instituciones, con el apoyo de los medios de comunicación, el poder judicial, el económico y la jerarquía eclesiástica, quienes colocan a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad, convirtiéndolas en víctimas permanentes.

Contaron que estas últimas semanas, en Bilbo han asistido «indignadas a un gran circo mediático» por parte de políticos, instituciones y medios de comunicación que han asistido a las movilizaciones «posando para la foto con declaraciones totalmente vacías de contenido».

«Habláis de muertes, no asesinatos, diciendo que Bilbao es una ciudad segura... ¿cuándo vais a admitir que el problema es estructural? ¿que las medidas a tomar tienen que ser integrales? ¿que es un problema de primer orden y tiene que ser atajado cuanto antes?», les preguntaron.

Compromiso y voluntad

Criticaron que para las instituciones «la única alternativa para hacer frente a la violencia sexista es más control y restricciones sobre las mujeres». Aclararon que ellas no son las agresoras, «sino las asesinadas». Y pidieron a las instituciones compromiso y voluntad política para trabajar y legislar para conseguir una sociedad igualitaria donde la violencia sexista no tenga «ni cabida, ni utilización, ni justificación».

También condenaron «el tratamiento desigual que se hace ante esta violencia que, curiosamente y desgraciadamente, es lo único que iguala a todas las mujeres». Preguntaron a las instituciones dónde estaban cuando se movilizaron para denunciar la brutal agresión contra una trabajadora social o cuando mataron a Amagoia Elezkano.