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Olivier Assayas | DIRECTOR DE CINE

«Hoy no hay un ideal de transformación, se busca alterar la realidad pero no cambiarla»

Coincidiendo con los últimos pases del ciclo que, desde hace un par de meses, le viene dedicando Filmoteca Española, se acaba de estrenar “Después de mayo” el más reciente largometraje del prolífico director francés Olivier Assayas (París, 1955), que fue presentado por su autor en la última edición de Zinemaldia.

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Jaime IGLESIAS | MADRID

Autor de una obra que abarca catorce películas en algo más de veinticinco años de carrera, Olivier Assayas es uno de esos cineastas que desafían el convencionalismo de quienes gustan de utilizar etiquetas a la hora de definir el trabajo de tal o cuál director.

Saludado en sus orígenes como el principal renovador del espíritu sobre el que se sustentó el cine de la “nouvelle vague”,  su apuesta por el folletín decimonónico en “Les destinées sentimentales” (2000) y su posterior flirteo con el techno-thriller en “Demonlover” (2002) parecieron desconcertar a sus incondicionales hasta darle la espalda.

Con “Las horas del verano” (2008) en lo que tenía de regreso al territorio de sus primeros trabajos, volvió a imponerse y apenas un año después se producía el fenómeno “Carlos”, la miniserie de cinco horas y media sobre Ilich Ramírez “El Chacal” que llegó hasta nosotros en una versión desnaturalizada de algo menos de tres horas para su estreno en salas de cine.

Fue durante el rodaje de esta película cuando Olivier Assayas percibió que «la política apenas tiene espacio en el cine actual y, sin embargo, es un tema apasionante que nos ofrece un espacio de posibilidades infinito de cara a contar historias». Cuando se le pide que profundice más sobre esta idea, el director francés precisa: «es verdad que se hace mucho cine social, cine donde se reflejan las condiciones de vida de las víctimas de la sociedad moderna. Algunas de esas películas pueden ser interpretadas en clave política ya que, en cierto modo, muestran los efectos que tienen sobre la ciudadanía las decisiones gubernamentales, pero a lo que yo me refiero es a que existen pocos casos de largometrajes que se centren en la actividad política como tal, en las maquinaciones, en las tensiones de las que se nutre su ejercicio. Y creo que esto es un error porque es fundamental que asumamos la política en toda su complejidad, que conozcamos y analicemos sus mecanismos para, llegado el caso, responder ante ellos».

Esta idea fue la que empujó a Olivier Assayas a evocar su propia juventud cono animal político en “Después de mayo” (“Après Mai”), film que ahora llega a las pantallas, donde se muestra la resaca del mayo del 68 entre un grupo de jóvenes que apenas comienzan su militancia y donde resulta imposible no reconocer en Gilles, el protagonista, una proyección del propio cineasta. A la pregunta de si en aquellos años existía una conciencia política más fuerte que la que acontece en nuestros días, el director galo se muestra concluyente: «yo diría que sí. En los primeros 70 había revueltas por todos lados y, sobre todo, la gente vivía y creía en la revolución, en la idea de que se iba a producir un gran cambio. En aquellos años los jóvenes debatían sobre cómo habría de manejarse ese proceso de cambio, se discutían los fracasos del pasado y se analizaba cómo evitar que se produjeran de nuevo».

Frente a ese espíritu revolucionario, Olivier Assayas cree que «hoy en día vivimos excesivamente  obsesionados por el presente, hemos perdido la fe en el futuro y estamos demasiado sometidos a una dinámica de consumo. Producto de todo esto es que actualmente no hay un ideal de transformación, se busca alterar la realidad pero no cambiarla». Para asumir mejor las palabras del cineasta basta confrontar alguno de los lemas de Mayo del 68 como aquél de «Lo queremos todo» con ciertas divisas que estuvieron en el germen de las protestas juveniles que más tarde se canalizarían en el movimiento 15-M como la de “Juventud sin futuro”: sin casa, sin curro. Es decir, frente al deseo de lograr un cambio de paradigma social, hoy en día parece prevalecer la frustración ante el hecho de quedar excluidos, de carecer de aquellas herramientas que nos faciliten la integración en el sistema. «Justamente se trata de eso –comenta Assayas–, en estos años se han traspasado muchos límites que nos han hecho perder todo sentido moral, sobre todo desde la época del thatcherismo y el reaganismo. Hay un aspecto negativo en la política moderna que tiene que ver con la propia asunción de incapacidades por parte de los representantes públicos. Frente a ciertas decisiones del FMI o del Banco Central Europeo ellos solamente dicen ‘es que las cosas son así, nosotros no podemos hacer nada’. Cuando uno escucha esto ¿cómo vamos a desarrollar ideal de transformación alguno?»

Por oposición a este escenario de frustración típicamente europeo, extensible a todas aquellas sociedades inmersas en un sistema de capitalismo avanzado, el cineasta sí que admite paralelismos entre lo que aconteció tras Mayo del 68 y lo que está sucediendo en determinados países tras la llamada “Primavera árabe”: «No soy un especialista en el mundo árabe pero sí que percibo un deseo generalizado no solo de romper con el pasado sino de proyectar un futuro donde no tengan cabida los errores que antaño se sucedieron. Esa es la idea que tienes que tener en mente cuando inicias una revolución, no basta únicamente con derrocar gobiernos, hay que asumir que el Estado es muy listo y se sostiene sobre fuerzas muy poderosas a las que hay que enfrentarse con un sentido de autoridad. Eso es algo que está en la Historia de la política».

No obstante, “Después de Mayo” con ser un film profundamente político, es también un retrato generacional que lejos de fundamentarse sobre una mirada  exclusivamente nostálgica, posee un alcance universal. Si hubiera que sintetizar su trascendencia en una frase ésta sería la de «tengo miedo a perder la juventud» que refleja bien los temores del personaje protagonista: «cuando eres joven estás obsesionado con encontrar tu lugar en el mundo –explica el director–. En este sentido cualquier elección que haces implica cerrar otras puertas. Eso te puede llegar a generar dudas, incluso frustración, porque sientes que el tiempo fluye demasiado rápido. Además en aquellos años había muchas más posibilidades, se vivían tiempos de cambio y eso te hacía más difícil elegir tu camino».

Finalmente está el tema de la interrelación del individuo con el grupo sobre el que fundamenta buena parte de la narración de la película: «las tensiones que vive Gilles, el protagonista tienen que ver con el modo en que asume los propósitos de su generación: ¿qué porcentaje de sus propios ideales le pertenece y cuánto hay en él de los demás? ¿En qué medida su elección personal está condicionada por factores exógenos? ¿Hasta qué punto esto le hace perder el contacto con su propia intimidad? Porque lo que está claro es que cuando encuentras tu propio camino en la vida, muchas veces lo haces en contradicción con los valores de tu generación», concluye Olivier Assayas a la hora de justificar el carácter profundamente contemporáneo de su propuesta.

Y es que todas las cuestiones que plantea un film como “Después de mayo” se hallan tan interiorizadas en la sensibilidad del espectador actual que no resulta extraño la aprobación que suscitó el film en septiembre pasado en la audiencia del Zinemaldia, festival al que llegó tras su paso por Venecia donde la película cosechó el premio al mejor guión.

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