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FINAL DEL MANOMANISTA

El ordenador de Atano X

La verdad, uno no cree que el bueno de Luciano Juaristi, Atano X, sepa mucho de ordenadores e informática, pero pocos habrá que sepan más de pelota, por mucho que esta haya cambiado. «Siempre digo que todos tenemos un ordenador y que Aimar Olaizola sale a cada partido después de haberlo encendido», nos comentó el viernes. Como la de Aimar, la computadora del azkoitiarra también responde antes que las demás.

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OLAIZOLA II  22
 
MARTÍNEZ DE IRUJO  7

Jon ORMAZABAL

Después de tanto hablar del material, del saque-remate que impide el peloteo, de la chispa especial con la que la pelota salía de la mano de Irujo, de que el de Ibero iba a ser el que iba a llevar el ritmo del partido, resulta que a la hora de la verdad ocurrió todo lo contrario de lo que se había comentado y el secreto de todo estaba en el ordenador del que hablaba Atano X. En esa máquina que permite a Aimar Olaizola llegar siempre en el momento preciso, tomar la decisión correcta en cada instante, ver la jugada unas centésimas antes que el resto de los 3.000 espectadores que se dieron cita ayer en el Bizkaia.

Pero es que además de rápido, el ordenador de Aimar Olaizola es también el más fiable del mercado, está en las antípodas de esos que se bloquean cuando más los exiges y te obligan a reiniciarlo. Es justo en esos de máxima tensión y donde la exigencia es máxima, cuando más fiables y cómodos se sienten.

Terminada la final de ayer, en la que Olaizola II revalidó su título Manomanista por primera vez, en la que el de Goizueta igualó a Martínez de Irujo, Atano III y Rubén Beloki en el palmarés Manomanista -tiene dos txapelas más en total-, en la que el de Ibero sintió por momentos la misma impotencia de hace 365 días, en las entrañas del Bizkaia, un compañero de empresa del de Goizueta se preguntaba: «¿Qué cojones habrá hecho este en casa durante estas cuatro semanas? Porque el Aimar de hoy no tenía nada que ver con el que se enfrentó a Barriola». La respuesta está en el ordenador del que hablaba Atano X el viernes antes de la protocolaria comida con el resto de campeones en Sondika.

Y es que, así como muchas veces no es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia, tampoco es el más puntual el que antes sale sino el que sabe llegar en el momento preciso y ese ayer volvió a ser Aimar.

Se repitió el marcador

Por contra, desconocemos si a Martínez de Irujo se le olvidó encender el suyo o si quizá se le `colgó' en el momento más inoportuno, pero lo cierto es que en ningún momento encontró respuesta a la defensa que Aimar Olaizola le planteó. En cada partido hay un par de tantos que marcan el desarrollo del mismo y ayer estos se sucedieron en la parte inicial del mismo. En el segundo, de 25 pelotazos, Irujo tuvo opciones de neutralizar el saque y de pasar a dominar, pero como él mismo reconoció al término del partido, se encontró con un frontis delante -el de granito negro extraído de una cantera de Deba- y otro detrás, un Aimar Olaizola que además de llevar todas, le hizo recular para terminar definiendo con una dejada. Sin ser tan espectacular, el 4-1 tuvo un discurrir bastante similar y el de Ibero terminó topándose con el colchón de arriba en su intento de superar a un rival dispuesto a no dar un paso atrás.

Incómodo todo el rato

Quizá sí que el de Aspe cometiera menos errores ayer que en 2012, los 259 pelotazos cruzados pueden ser otro argumento de esa teoría, pero tampoco ayer se le vio cómodo en ningún momento. Apenas gozó un buen par de golpes en todo el partido y tras venderse en la finalización de uno de esos primeros tantos en los que tuvo oportunidad, perdió la osadía necesaria para derribar al muro que ayer era Aimar Olaizola.

Mientras el de Goizueta volvía a poner la pelota en esa X marcada en la pared izquierda que le dio media txapela el año pasado, Martínez de Irujo nunca dio con la fórmula. Ni siquiera el saque le sirvió para tratar de reducir esa brecha que el de Asegarce abrió a partir del 5-3. Tanto hablar de las tacadas que propiciaba el material y el de Aspe solo pudo hacer dos tantos estando en posesión del saque y ninguno de saque-remate.

El segundo de ellos fue en el 12-5, en el ligero atisbo de remontada del de Aspe, una reacción que se vio frenada con otra exhibición defensiva del de Goizueta en el tanto más peloteado, de 28 pelotazos y en el que Martínez de Irujo volvió a desesperarse sin encontrar la manera de encontrar un hueco.

A partir de ahí, la figura imperial de Olaizola II fue creciendo en la misma medida que la desesperación de Irujo, que ya puede ir buscando un hacker que le diseñe un virus para infectar el ordenador de Aimar.

 Olaizola II: «Estos partidos no son para jugar bonito, sino para llegar al cartón 22»

«Se ha notado que cuando cogía el saque Juan no hacía tacadas y yo sí las he hecho, y hoy día, con este tipo de pelota, con el saque se hace mucho daño», apuntaba el campeón Aimar Olaizola una de las claves de una final que no dudó en calificar de dura a pesar de lo que pudiera sugerir el marcador. «He tenido que hacer las cosas bien. Juan tiene más golpe que yo, y con él, si reculas estás muerto, así que había que ir para adelante y le he hecho daño», sugería otra de las bazas a su favor en el encuentro. El hecho de haber entrado «centrado» en la cancha, de tener «sensaciones buenas» durante el partido,  Aimar confesaba que «me ha salido todo bien» en una final en donde, como toda final «son para ganar y si juegas así, mejor que mejor».

El de Goizueta asumió que el partido no había sido todo lo vistoso que pudiera demandar el aficionado de un choque entre dos pelotaris de semejante talla. «Estos partidos no son para jugar bonito, son para llegar al cartón 22», se justificaba, no sin reconocer que el deporte de la pelota ha cambiado, y que si antaño incluso las finales se jugaban más a bote, ahora «se juega de aire y poco bote, pero sigue siendo un espectáculo bonito, se juega más rápido». Uno y otro fueron al aire, un partido agotador en lo físico, falto de riqueza visual para el público, donde la polémica previa sobre el material designado inevitablemente estuvo presente en la comparecencia posterior de los dos finalistas. El renovado campeón quiso pasar de puntillas por la cuestión. «Hablar de material es hablar en balde; estos días ya se ha hablado bastante», se limitó a zanjar la cuestión el de Asegarce, quizá incómodo por la cuestión, aunque no dudó en asegurar que «para mí se juega con pelota bastante viva, pero hoy había bastante pelota bonita».

Cuarta txapela del Manomanista para Aimar, otra más para engordar su currículum particular. «No miro nunca el número», respondió, aunque esta se la dedicó a su aita, fallecido, que, dijo, seguro le ha visto desde donde esté.

Martínez de Irujo: «Tenía un frontis delante y otro detrás. Y a mí no me ha salido nada»

«Aquí ya nos conocemos todos, es la película de siempre y vamos todos de víctimas. En quince días habrá tenido suerte y se ha puesto bien. Aimar siempre juega bien». Mordaz, resignado a la vez que enrabietado, compareció Juan Martínez de Irujo en sala de prensa con la sensación de «haber jugado mejor que el año pasado» y «haberme quedado en siete, otra vez». Un partido «duro» apuntaba, «muy exigente», en el que «Aimar ponía la pelota donde quería y a mí no me ha salido nada». Y eso que el de Ibero dijo que saltó a la cancha «tranquilo y con ganas», metido en el choque, pero «la primera que me he jugado, me he vendido, me ha salido mal y se me ha encogido un poco el brazo».

No puso reparos el subcampeón a la derrota, no puso peros, asumió algo tan sencillo y visible como que «Aimar ha ganado porque ha sido mejor. Para ganar una final, hay que hacer las cosas casi perfectas y hoy no he jugado». Todo lo contrario de su rival. «Me he encontrado con un frontis delante y otro detrás», ilustró de manera impecable con lo que  se había topado entre las dos paredes. «Aimar es listo como nadie. Llegaba bien y se colocaba bien. ¿Qué vas a hacer?», se cuestionaba el de Ibero sin encontrar respuestas, resignado, sabedor de que incluso «en los tantos que he hecho, he tenido que trabajar un montón. No he estado cómodo en ninguna fase».

Y las pelotas. Las dichosas pelotas. Quiso morderse la lengua Irujo porque «si no va a parecer excusa», pero acumulaba demasido dolor en su pecho. «No tenía material. No quiero hablar del material. Que hable el que ha hablado estas tres semanas. que se han puesto finos de hablar», respondió en un primer momento, para luego lanzar toda su artillería. «Ha sido una guerra terrible. Han ganado la batalla y hay que felicitarles. Cuando las cosas se les tuerzan, que sigan hablando y hablando. Con el material, cada uno tira para su lado, lo que pasa es que ellos tienen más medios para llegar a más gente y parecen que ellos son los buenos». Ahí dejó su recado Irujo como no podía ser de otra manera. Genio y figura.

 

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