En 133 segundos no hay tiempo de gran cosa en esta vida. Así que resultó lógico que el momento más espectacular del cuarto encierro ni siquiera se apreciara en la primera pasada. En la curva de Estafeta todo el mundo se quedó mirando a un mozo caído en el centro de la calle y arrollado por la manada, pero el milagro del día ocurrió en la parte izquierda. Un joven extranjero, despistado, con una cámara de fotos y gafas, se quedó cara a cara con un Victoriano del Río que primero le tocó con el pitón sin cornearlo, luego lo levantó por los aires con la testuz y se lo llevó así, volando, unos metros hasta que se golpeó con el dintel de un portal.

El chaval se quedó sin gafas, que salieron volando, pero luego los fotógrafos captaron todavía una vuelta más en la historia. El mozo recuperó las gafas intactas, y enseñó además a las cámaras un llamativo raspazo rojizo en el costado, pero que no llegaba siquiera a pitonazo leve. Con ello, vamos camino de récord: cuatro carreras y todavía ni un herido por asta. Ni cornada brutal ni puntazo leve. Nada de nada.

Aunque suene a leyenda urbana, lo cierto es que cada ganadería tiene un modo histórico de correr el encierro y suele atenerse a él. El historial de los Victoriano del Río era muy nítido: rápidos (2.18 de media) y seguros (dos cornadas en tres carreras sanfermineras). Ayer lo mejoraron todavía un poco más. Acabaron los 840 metros en 2.13 y fueron todo el rato hermanados en auténtica piña. Solo en el callejón uno de ellos, que iba en la cola, perdió pie, pero se levantó enseguida para unirse al resto.

Es decir, más de lo mismo. Tres traslados al hospital por auténticas naderías, visto lo visto. Empezando por el de casa -solo van dos heridos en toda la feria-, un mozo de Uharte de 23 años con un golpe leve. Los otros dos eran un chavalote valenciano de 27 años y otro de Illescas (Toledo) de 32 años, también por contusiones. Los tres recibieron el alta ayer mismo.