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UDATE | Iruñeko Sanferminak

Cuando a los reyes les reciben con cariño y no con pitidos y abucheos

Cariño, mucho cariño es lo que reciben los gigantes de Iruñea cuando acuden puntuales a su cita matutina con los Sanfermines. Mientras zaldikos, kilikis y cabezudos van despejando el terreno a vergazos, sus majestades se pasean por la ciudad rodeados por una multitud y sin recibir abucheos. No como otros.

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Pello GUERRA

«¿Dónde está la calle Mayor?», pregunta un padre acompañado de sus dos hijas mientras intenta dar con el Palacio de Ezpeleta, el lugar desde el que sale la Comparsa de Gigantes entre semana estos Sanfermines. «Suelo venir todos los años y siempre salían de la Estación de Autobuses», señala tras ser orientado en la dirección correcta. Y el caso es que el sufrido aitatxo tiene razón, pero es que este año los actos tradicionales están sufriendo ciertos retoquillos.

A las 9.30 de la mañana, las inmediaciones del enorme caserón están a reventar, mientras algunos repartidores aceleran en su trabajo para salir pitando con su camión de la calle Mayor antes de que aparezcan los gigantes. Pero lo que más puede preocupar a los miembros de la Comparsa es la legión de silletas que se agolpan a ambos lados de la vía y que en algunas ocasiones se cruzan en su camino poniendo un punto de peligrosa emoción a la ronda matutina.

Por ese motivo, nadie mejor para limpiar el camino a vergazos que Caravinagre y sus muchachos, con los refuerzos de los coloristas zaldikos, que son constantemente reclamados para saludar a los txikis más valientes dándoles la mano o para hacerse una foto en su compañía. No suelen faltar progenitores que van más allá y quieren la instantánea con su pequeño montado en la grupa, una situación que se repite «más de veinte veces al día», según reconoce uno de los mismos zaldikos.

Los caballicos más queridos y temidos no solo se han olvidado de aplicar recortes en sus vergazos con eso de la crisis, sino que incluso «estamos dando más, para así quitarnos la espinita que tenemos clavada». Y que se proteja Miguel Indurain si le da por cruzarse en su camino, ya que el zaldiko asegura que es al que más ganas tiene de sacudirle, «aunque le daría con mucho cariño».

Por detrás vienen los ocho gigantes, entre los que este año ha cobrado un especial protagonismo Braulia, la reina americana, que el día 7 sufrió una caída que le quebró el cuello. Lo sucedido fue de lo más comentado ese día en la ciudad, aunque afortunadamente todo se quedó en un susto y ya está en perfecta forma después de pasar, de urgencia, por el taller de reparación. Así lo recuerda Sergio, uno de esos infatigables «duendes» que se encargan de dar vida a los gigantes, en su caso a la reina asiática, cuyo nombre de pila es Esther Arata.

Cuando las cuatro parejas de reyes emergen por el enorme portón del Palacio de Ezpeleta, las emociones se disparan, mientras se suceden las muestras de cariño. En estos tiempos de abdicaciones, infantas casi imputadas y yernos reales muy pillines, hasta resulta extraño ver unas cabezas coronadas y que nadie lance el menor abucheo. Pero es que a estos soberanos «se nos quiere mucho y no hay más que ver cómo están las calles todos los días. Por eso estamos muy agradecidos», señala la reina asiática.

Mientras los gigantes hacen un pequeño descanso en su paseo, no falta algún txiki que entrega con gesto compungido su querido chupete. Esther Arata luce en su brazo derecho cerca de veinte de esos chupetes y eso que no es uno de los reyes que más tirón tiene a la hora de recibir tan entrañable regalo, ya que los destinatarios más habituales son los monarcas europeos y los americanos. Cuando la ristra es más larga que una de ajos de la plaza de las Recoletas, las particulares ofrendas se van guardando en unas cajas. Pero, ¿qué se puede hacer con todos estos chupetes? «Estuvimos mirando si se podía hacer algo, pero no les encontramos ningún acomodo. Así que cuando terminan los Sanfermines, aunque nos da mucha pena, los tiramos», señala Sergio.

Entre bailes a ritmo de gaita y txistu, fotos, vergazos, saludos dando la mano, lloros espasmódicos, risas a la carrera y silletas dando trompos por las calles, va pasando la jornada hasta que llega la despedida por ese día tras el habitual baño de masas. Pero no se vayan todavía, que mientras duren los Sanfermines, la Comparsa no faltará a la cita con sus incondicionales.

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