La República Checa tiene desde ayer, por designio presidencial, un nuevo Gobierno tecnócrata que no ha sido consensuado por el Parlamento, cuyo aval es difícil que consiga, lo que abre un periodo de incertidumbre. El exministro socialdemócrata Jiri Rusnok reemplazará como primer ministro al dimisionario Petr Necas, líder del Ejecutivo de centro-derecha que salió de los comicios legislativos de 2010, y que renunció por un escándalo de abuso de poder y corrupción.

La disyuntiva está entre acordar la disolución de la Cámara Baja el 17 de julio, lo que requiere una mayoría de 3/5 (120 de los 200 parlamentarios) y que conllevaría elecciones anticipadas, o acordar apoyos puntuales al Gobierno, cuya tarea principal es elaborar las cuentas de 2014.

La designación unilateral de este Ejecutivo ha sido interpretada por los partidos parlamentarios como una «declaración de guerra» del presidente, Milos Zeman. Analistas consultados por Efe estiman que es una maniobra de Zeman para debilitar a sus antiguos correligionarios del Partido Socialdemócrata (CSSD) -favorito en las encuestas y del que proceden tres de los nuevos ministros, lo que ha dividido a la formación- y obtener réditos electorales en los comicios legislativos de 2014 para el Partido de los Derechos del Ciudadano (SPO) que lidera y del que Rusnok se perfila como uno de sus candidatos.

Tras la dimisión de Necas, los diputados notificaron a Zeman el nombre de una candidata que gozaba de apoyo para formar Gobierno, opción que el presidente desoyó, por lo que el nuevo Ejecutivo podría no lograr la confianza del pleno. Zeman puede, no obstante, mantener ese Gobierno ya que la Constitución no fija plazos para un segundo intento.

La actual crisis podría prolongarse durante meses y los fiscales han pedido al Parlamento que levante la inmunidad de Necas.