Raimundo Fitero
Sin cabeza
Parece inverosímil que se hayan descubierto toneladas de pollos cuya fecha de caducidad expiraba hace cuarenta y seis años. Ha sido en China, y uno se pregunta cómo es posible mantener una carne de pollo en malas condiciones tanto tiempo sin que se descomponga. Parece una noticia de verano, pero la realidad circundante está dando motivos suficientes como para mantenerse muy alerta ante los comportamientos humanos, porque estamos hablando de pollos sin cabeza. Hiere lo sucedido el día del chupinazo, esas fotos de una joven mujer a hombros de un joven varón que en un principio parecen una expresión de alegría y de libertad, que esconde al pasar toda la secuencia una salvajada de abusos sexuales, de tocamientos, de una barbaridad consentida, cuando no aplaudida, y que viene a ponernos ante una mentalidad caducada hace también muchas décadas pero que vuelve a circular de una manera peligrosamente ordinaria y sin apenas reproche de ningún tipo ante esta jauría de muchachos sin cabeza. Quisiera recordar que se había hablado de los abusos sexuales, incluso se llegaba a insinuar las violaciones, que ocurrían de una manera habitual en las concentraciones ciudadanas de protesta en las plazas egipcias y de otros puntos en ebullición y convulsión política. Y de repente algo parecido -porque se le puede poner mucha hipocresía, pero se trata de lo mismo- está sucediendo en nuestras calles, fiestas y jolgorios donde se reúnen las masas. Ese anonimato que convierte a los más estúpidos en lobos, a los más cobardes en descerebrados que alardean de la impunidad conseguida en el tumulto.
Se trata de una vuelta al pasado, de considerar que una mujer porque vista de una manera puede ser tocada sin consentimiento. ¿Se imaginan las mismas circunstancias a las tres de la madrugada? Miedo dan esos bestias excitados. Es un pensamiento tan retrogrado expresado por unos jóvenes que deben dispararse todas las alertas. Hay demasiados sucesos de esta índole documentados como para pensar que se trata de un asunto fiestero, de consumos excesivos de euforizantes. En estas actitudes corales se esconde mucha miseria, mucho machismo, mucha educación caducada.