Se acuerdan de cuando el Tribunal Constitucional decidió que Bildu pudiera concurrir a las elecciones? Desde la derecha ultramontana se desató una terrible campaña contra quienes habían votado a favor de que se respetara el derecho de la coalición. Con nombres, apellidos, fotos... Algunos periódicos casi casi regalaban tiragomas por si sus lectoras (y lectores, claro) se los encontraban por la calle. Pero ahora el PP gobierna con mayoría absoluta, ha cambiado el TC, lo controlan ellos, y ya no hay problema. Bueno sí, que al nuevo presidente le han pillado pagando cuotas al partido de Rajoy. Pero quienes antes cargaban contra la politización del tribunal ahora ven una «maniobra contra el nuevo Constitucional». Así opinaba «La Razón», que señalaba que «la militancia en un partido no es incompatible con ser uno de sus magistrados» y sostenía que «detrás de la andanada contra Pérez de los Cobos hay una maniobra de deslegitimación de la nueva composición del TC y, de paso, un ataque a la estabilidad de una institución clave del Estado». Que el carcadiario de Marhuenda hable de maniobra de deslegitimación del TC tiene guasa.

En «Abc» era el catedrático Julio Banaloche quien afirmaba que «en un ejercicio supino de irrsponsabilidad, se pretende poner ahora bajo sospecha al Presidente del Tribunal Constitucional (...) acusándole de una conducta que, en el peor de los casos, no estaría prohibida por la ley. Una locura». Una locura, sí, ya, pero que repase lo publicado por el periódico de Vocento sobre el anterior presidente del TC a cuenta de Bildu y Sortu. Banaloche añadía que «si no acabamos pronto con esta escalada de desprestigio de las instituciones, nos encontraremos al final con una grave crisis política y social que no hay que olvidar que, como decía el poeta, en España siempre terminan mal». Servidora, que es más de prosa, diría que en España no acaban bien ni las películas de Disney. Sobre este mismo tema, Guillermo Dupuy afirmaba en «Libertaddigital» que «claro que la Justicia, en general, y el Tribunal Constitucional, están politizados. Ya lo estaban antes de la llegada de Pérez de los Cobos al Constitucional y lo seguirían estado aunque mañana mismo este magistrado se fuera a su casa». Ya iba siendo hora de que lo admitieran, porque una estaba harta de la cantinela esa de la justicia independiente.