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Floren Aoiz | www.elomendia.com

La batalla por el sentido común

No estaremos ante el policía de Teherán dando la vuelta avergonzado, pero me huele que este repliegue de las hordas policiales en la mañana del 15 de julio tiene miga

Como cuenta Zizek, el periodista-escritor Kapuscinski situó el exacto momento en el que el régimen del Sha de Persia comenzó a derrumbarse. Un manifestante solitario se negó a obedecer a un policía y este, avergonzado, se retiró. Al poco tiempo la noticia corría como la pólvora y la gente comprendió que todo había cambiado.

No creo que debamos esperar algo semejante en estos momentos de quiebra del régimen tanto en España como en Nafarroa. No se está fraguando una revolución y buena parte de los guantazos que recibe el régimen llegan de sus propias filas, en esta pelea por hacerse con los botes salvavidas, como decía hace poco alguien que conoce desde dentro la caverna españolista.

La crisis del estado es compleja y su evolución difícil de prever. Lo mismo ocurre en Nafarroa, pero hay síntomas de un impresionante agrietamiento que no podíamos imaginar hace unos años. Se me ocurren varios, algunos de ellos en estos todavía cercanos sanfermines 2013. Pero voy a elegir solo uno, precisamente el que puede parecer menos relevante por tener el perfil menos «político» de todos ellos.

Me refiero al Encierro de la Villavesa. Lo que comenzó como una divertida gansada ha ido derivando en los últimos años en una batalla en la que diferentes cuerpos policiales se empleaban a fondo contra la gente como si estuvieran defendiendo el Santo Grial. Uno diría, visto lo sucedido en recientes ediciones del susudicho encierro, que se trataba de una cuestión de vida o muerte para la Navarra foral y española.

Por si los porrazos y los pelotazos no fueran suficientes, se adornaban con las consabidas campañas de marketing represivo: los violentos, la barbarie, las fuerzas policiales se vieron obligadas a intervenir decididamente, ¡aquello atentaba contra el sentido común! Cualquiera que sin saber nada de esta costumbre local hubiera visto el espectáculo habría pensado que las hordas postsanfermineras intentaban tomar el poder y el impresionante despliegue policial era el último recurso para evitarlo.

Y así estaban las cosas hasta que, por sorpresa, el Encierro de la Villavesa se ha convertido este año en un acto simpático, entrañable, algo así como el último suspiro nostálgico de las fiestas. Alucinante ver cómo lo contaban los medios españoles. Años de cargas, golpes, criminalización y denuncias se habían esfumado como por arte de magia. ¿Lo habíamos soñado? ¿Nunca fue este ahora original acto una trinchera en la que se ventilaba el glorioso destino de Navarra como comunidad diferenciada? No estaremos ante el policía de Teherán dando la vuelta avergonzado, pero me huele que este repliegue de las hordas policiales en la mañana del 15 de julio tiene miga.

No me engaño: el navarroespañolismo se repliega mordiendo, como demuestran las detenciones y la ayudita exculpatoria de la Fiscalía del Tribunal Supremo. Pero ha pasado sus peores sanfermines en mucho tiempo y ni Maya ni Barcina están en condiciones de imponer qué es es o no de sentido común. Y eso, en una batalla como la que se libra en Nafarroa, es muy pero que muy importante.

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