cómplices | Editorial 2013/7/16 (Traducción: GARA)
Cómplices
La democracia no es una geometría variable. Se trata bien de un golpe de Estado militar el que ha derrocado a Mohamed Morsi, presidente debidamente elegido en las primeras elecciones libres y justas de la historia de Egipto. Llamarlo un golpe de Estado «popular», como ha defendido en nuestras páginas Mahmoud Hussein o en “France Culture” Caroline Fourest, constituye una negación de los hechos y del derecho. La democracia también se aplica a aquellos con los que no compartimos ideas. ¿Cómo podemos pedir a los islamistas electos en Marruecos, Túnez, Egipto o Turquía que respeten al pie de la letra las reglas de la democracia y justificar un golpe de Estado? Sería ingenuo pensar que el ejército egipcio, dirigido por una casta de oficiales corruptos que solo piensan en mantener sus privilegios, puede ser el impulsor de un Estado de Derecho y una nueva revolución.
Las decenas de manifestantes muertos en El Cairo en los últimos días por las balas de los militares egipcios, sin que ningún demócrata proteste o se conmueva revelan el verdadero rostro de este Ejército. No se puede negar el éxito de las manifestaciones y la petición en contra de un presidente odiado, que traspasaba su autoridad y servía solo a los intereses de su Hermandad. El golpe militar y el silencio cómplice de Occidente transforman a los Hermanos Musulmanes en víctimas y mártires. A riesgo de darles una renovada popularidad que por su incompetencia, el totalitarismo y la mala gestión del país habían perdido.