El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, la única persona que en el último ciclo de elecciones ha sido capaz de darle una alegría al PSOE -formación de la que también es presidente-, renunciará al cargo el próximo 27 de agosto, coincidiendo con el primer Consejo de Gobierno tras las vacaciones. Argumenta razones personales y de índole familiar, pero sobre su despedida sobrevuela el caso de los ERE fraudulentos, que ha sacudido con fuerza la política andaluza y que afecta a altos cargos del Ejecutivo y del partido gobernante. Griñán, consejero de Economía y Hacienda cuando se produjeron los hechos, sostiene que no hay razones para imputarle y que el calendario de su renuncia ya estaba pensado, lo que no casa con lo expresado hace menos de un mes en el Parlamento andaluz, donde dijo que su intención era agotar la legislatura.

El presidente andaluz puede vestir su decisión como mejor le convenga, pero su propia carrera política, en la que se cuentan dos ministerios en el Gabinete de Felipe González, es paradigmática de lo que ha sido la política española en las últimas décadas y, sobre todo, de lo que ha acabado siendo un partido que se decía socialista.