Cada preso en Guantánamo cuesta 2 millones de euros anuales a las arcas de EEUU
Conscientes de que el argumento de los derechos humanos resbala a muchos congresistas, los promotores del cierre de Guantánamo han desvelado el inmenso coste económico de mantener a sus presos.
GARA | WASHINGTON
Varios senadores demócratas insistieron en el cierre de Guantánamo apuntando incluso razones económicas. Y es que el coste por cada preso se ha disparado hasta los 2,7 millones de dólares (alrededor de dos millones de euros) al año.
«Es un gasto enorme de dinero», recordó la influyente senadora demócrata Dianne Feinstein durante una reunión del subcomité jurídico del Senado. Guantánamo ha sido descrita como la prisión más cara del mundo, y el presidente, Barack Obama, citó en mayo sus costes como una de las principales razones para cerrarla.
Cada preso de la prisión federal de alta seguridad de Florence, en Colorado, cuesta 78.000 dólares a las arcas públicas.
Motivos humanos y políticos
Feinstein no se limitó a argumentos económicos y recordó que alimentar a la fuerza a los 80 detenidos en huelga de hambre «viola las normas internacionales y la ética médica». La huelga de hambre, «una protesta y no una tentativa de suicidio«, recordó la senadora, dura ya cinco meses y está en el origen de una campaña de representantes de 320 organizaciones religiosas por el cierre de la prisión de Guantánamo. «La tortura y la detención ilimitada y sin cargos practicada en Guantánamo son una herida moral abierta», recordó Virginia Farris, representante católica. El senador Richard Durbin apuntó un último argumento político. «Nuestros líderes militares y de seguridad han concluido que el riesgo de mantener abierto Guantánamo supera el riesgo de cerrarlo, ya que daña nuestras alianzas y sirve como una herramienta de reclutamiento para los terroristas».
Ted Cruz, senador republicano (este grupo domina la Cámara de Representantes) resumió la posición que veta un cierre de Guantánamo: «Hasta que nadie me presente una estrategia buena viable sobre qué hacer con estos terroristas que trabajarán día y noche matando a americanos inocentes, no creo que sea responsable cerrar la prisión y enviar a estos individuos tranquilamente a sus casas».
El proceso contra Bradley Manning, acusado de haber filtraron a Wikileaks documentos secretos militares y diplomáticos que dejaron al desnudo la política «terrorista» de EEUU, entró ayer en su recta final en Fort Meade, donde tiene lugar el juicio militar.
La acusación, liderada por el mayor Ashden Fein, intentó demostrar en su última intervención que el joven sería culpable de «colusión con el enemigo». Para ello debía convencer a la juez militar Denise Lind, «más allá de toda duda razonable», que Manning era consciente de que los documentos que filtró podrían caer en manos de la red Al Qaeda.
La defensa, liderada por el abogado civil David Coombs, basa su estrategia en presentar a Manning como un hombre preso de un «combate interior y privado» sobre su secualidad, un «humanista naif pero bien intencionado» que llegó a Irak «con entusiasmo» pero que, viendo el devenir de la guerra, comenzó a «dudar seriamente».
El propio Manning ha asegurado que lo que quiso fue «provocar un debate sobre nuestras Fuerzas Armadas y nuestra política internacional». GARA