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A los cantantes famosos no les gustan los dobles
Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico
Estoy convencido de que para ser un buen imitador de un cantante famoso no hace falta parecerse físicamente a él, más aún después de ver el extraordinario trabajo como doble o impersonator de John McInerny en «El último Elvis». Este tipo de imitación desde el corazón es la que también gusta a las estrellas, siempre reacias a admitir que alguien se les asemeje tanto como si su imagen se estuviese reflejando en un espejo. Lo mismo cabe pensar del entorno o los herederos, cuando el artista ya ha fallecido. La familia de Violeta Parra puede sentirse orgullosa con la interpretación que de ella ha hecho Francisca Gavilán en «Violeta se fue a los cielos».
En cambio, en el entorno del grupo Queen nadie veía con buenos ojos un biopic sobre Freddie Mercury protagonizado por el cómico Sacha Baron Cohen. Tras casi cuatro años de tiras y aflojas, el actor ha dicho definitivamente adiós al proyecto. El guión que estaba escribiendo con el cotizado Peter Morgan no gustaba a Brian May y los suyos, porque sacaba a la luz aspectos de la vida privada del cantante, relacionados con su homosexualidad. En Queen prefieren que el argumento se supedite a la carrera musical de Mercury.
Muy distinto es lo de Elton John, que como sigue vivito y coleando, decide personalmente quién le ha de interpretar en la pantalla. Ahora quiere que su alter ego en «Rocketman» sea el fornido Tom Hardy, un tipo duro del cine de acción. Puede que en las escenas en que aparezca sentado al piano pueda colar, pero en cuanto se ponga de pie, por mucho pelucón y gafotas rosas que le coloquen, me temo que va a reventar el traje de purpurina y lentejuelas talla mini. Y eso que nadie ha oído cantar a Tom Hardy, o igual Elton piensa doblarle la voz para sentirse poseído por el dueño de un musculoso cuerpazo.