A servidora, conmocionada por la tragedia del tren Alvia 151 Madrid-Santiago, sin palabras casi y con mal cuerpo para arrancar con la tarea diaria, el repaso de la prensa española no le sentó ayer nada bien. ¡Hay que ser retorcida para escribir lo que algunos escriben! ¡Cuánta inde- cencia desparramada! ¡Qué nivel! Vean, vean ustedes y valoren por sí mismos.

En la portada de «La Razón», con una bandera española a media asta a toda página, llevaban una llamada escalofriante. Un grito de guerra y autoafirmación, pronunciado por las tropas españolas de la Reconquista que en términos militares significa trabar combate, embestir o acometer. «Santiago y cierra España»... casi nada al aparato. Servidora, indignada con esa antología del mal gusto quiso leer el artículo del tal Pedro Narváez y comprobó lo que en este oficio es un error de bulto. A saber, llevar a primera un artículo que lleva por título «Santiago y llora España» y presentarlo con el infame «Santiago y cierra España». Un error cualquiera, o seguramente, una buena radiografía de lo que son y lo que representan.

Y ya puestas, leerlo tampoco ha tenido efectos tranquilizadores. Al muy facha del escribano, al parecer, se le revuelven las tripas al ver donantes de izquierda y con sangre roja. «Lo siento, veo a Cayo Lara en el papel de donante de sangre y temo el mordisco del hombre lobo que sale en la noche de luna llena a emparentarse con monstruos peludos». Ya ven que nivel, o sea, ninguno, cero.

Espantada por la lectura, una que es muy sufrida ha tenido la idea de seguir por el vetusto diario, y cada vez más neofranquista, «Abc». Iba avisada y no me extrañó que su editorial llevase como subtítulo «Unidad Nacional». Habla de «una gran nación producto también de afectos y sentimientos» y dice que la presencia sobre el terreno del rey, la reina y un Rajoy «especialmente afectado por su origen gallego» representan a todos los ciudadanos a la hora de apoyar a una «región española». Vaya, que podrían haberse ahorrado el mitin y siquiera por respeto y por dar un poco de paz podrían dejar esos discursos del «arriba la gran España» para otros momentos.

Pero ni por esas. Son así, todo el mundo sobrecogido y estos con gritos de guerra. Dan pena.