Los golpistas incendian la calle con el anuncio del proceso a Morsi
Si ya el Ejército tentó al diablo al llamar a los egipcios a salir a la calle y a desafiar las protestas de los Hermanos Musulmanes, el anuncio del procesamiento del derrocado presidente Morsi por haberse evadido de una cárcel de Mubarak con la ayuda de Hamas echó más leña al fuego. Los dos Egiptos no se ven, y probablemente las culpas estén hasta cierto punto repartidas. Pero es indudable que quien se beneficia de todo esto no mira a los intereses de los egipcios.
Dabid LAZKANOITURBURU
La judicatura egipcia, uno de los poderes fácticos del antiguo régimen, anunció ayer la detención preventiva del derrocado presidente, Mohamed Morsi, al que acusa de haberse evadido de prisión en plena revuelta contra el rais Mubarak con la ayuda de Hamas -y de Hizbullah, según la Fiscalía-.
El esperpéntico procesamiento a un presidente que está ya en paradero desconocido -secuestrado en el argot jurídico- desde que fue derrocado el pasado 3 de julio, fue anunciado horas antes de que miles y miles de personas salieran a las calles a convocatoria, de un lado, de los Hermanos Musulmanes, y, a la contra, del jefe del Ejército, general Abdel Fattah al-Sissi.
Agencias informaron de los primeros muertos (5) en Alejandría y de choques entre partidarios de Morsi y defensores del golpe de Estado en el barrio de Chubra, al este de la capital. No obstante, y por efecto del Ramadán, las grandes concentraciones y el consiguiente riesgo de violencia y represión se esperaban a última hora, una vez que terminara el ayuno del día.
En la Plaza Tahrir -símbolo de la caída de Mubarak-, los concentrados mostraban con euforia su devoción por al-Sissi, al que situaban en una trinidad junto a Gamal Abdel Nasser, el padre del Egipto moderno, y su sucesor, Annuar el-Sadat, quien lanzó al país a los brazos de EEUU y negoció con Israel.
Los presentes, protegidos y animados desde el aire por un helicóptero militar, celebraron con alborozo el procesamiento del derrocado presidente.
En pleno viernes de rezo, y siguiendo el llamamiento de los Hermanos Musulmanes y de otros grupos islamistas, incluidos algunos salafistas, miles y miles de egipcios se reagruparon en una treintena de mezquitas para partir en marchas hacia la Universidad de El Cairo, cerca del centro de la ciudad, y a los alrededores de la mezquita Rabaa al-Adawiya, donde los defensores de Morsi acampan desde hace un mes y donde se refugian los principales dirigentes de la cofradía, todos ellos en busca y captura. El fervor popular a favor del primer presidente elegido en elecciones democráticas en Egipto era equiparable al visible en la Plaza Tahrir respecto al general golpista. Caretas, efigies e imágenes del líder islamista lo inundaban todo. «Hemos esperado cerca de 60 años al primer presidente civil elegido, desde el golpe de Estado militar de 1952», señalaba Ahmed Helmy, un profesor universitario llegado a El Cairo desde Assiut, en el centro del país. Hacía referencia al levantamiento militar de los Oficiales Libres en 1952, que llevó al poder precisamente a Nasser.
Un levantamiento que en un primer momentó contó con la sintonía de los Hermanos Musulmanes, pero que con el paso del tiempo derivó en la represión de este movimiento islamista político.
De vuelta a Tahrir, los concentrados repetían como un eco el mensaje de un orador: «¡Nosotros somos Egipto!». Una frase que resume perfectamente la visión de una parte del país que rechaza a otra parte electoralmente importante de su población por pensar en clave religioso-política. Un pensamiento que les llevó a votar por Morsi y que genera pánico, por su discurso holístico, en los sectores menos religiosos de la sociedad.
Las potencias occidentales muestran creciente nerviosismo ante la eventualidad de que su posición, de aval a un golpe de Estado que se niegan a nombrar, les deje en manos de un Ejército que da muestras crecientes de querer perpetuarse en el poder. O de que la terquedad de los Hermanos Musulmanes, que siguen sin reconocer el derrocamiento de su presidente, provocara un vuelco de la actual situación, lo que les dejaría en mal lugar. EEUU, que mantiene la ayuda millonaria al Ejército -«determinar si ha sido un golpe de Estado no casa con nuestros intereses nacionales», en palabras de un portavoz- congeló la venta de varios F-16. Londres ha hecho lo propio con una partida de equipamiento militar. Las proclamas de al-Sissi dan cada vez más miedo. Dabid LAZKANOITURBURU